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Autor Tema: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir  (Leído 10463 veces)

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Desconectado Gelmir, Lord of Einbroch

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #30 en: 31 de Agosto de 2008, 16:10:50 pm »
Gracias de nuevo por los comments, este capítulo seguro que os dejará de piedra:
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CAPÍTULO 14: MILAGRO

Estaba en mi cama, durmiendo profundamente, quizás en algunos sueños que no quisiera revelar. Era de mañana, muy de mañana, apenas había salido el sol, y en esas horas tanto Bianca, como Stangckle, como yo, solíamos dormir, ya que mis entrenamientos empezaban un par de horas más tarde, y Stan iba a sus asuntos un poco más tarde que yo con Bianca.

Sin embargo oí un estruendo de pasos tras un gran golpetazo en la puerta de mi casa, que me sobresaltaron. A los pocos segundos unas manos me estaban revolviendo agresivamente de arriba abajo.

-¡Gelmir, despierta rápido! –vociferó Bianca- ¡Mira, allí!
-¿Eh? –dije mientras me levantaba y miraba por la ventana, y sentía unos pasos siniestros y rápidos acercándose al puente de Yuno.
-Es él...
-Seyren –aclaré.
-Viene hacia aquí...
-¡A luchar!

Dicho esto salté de la cama, y en cuestión de instantes ya tenía encima mi reluciente armadura, y en mi mano la espada de mi padre, en el cinto la Muramasa. Fuimos sin dilación atravesando las calles de la mágica ciudad hasta el puente que hacía las veces de entrada a la ciudad. Sentía sus pasos cerca. Habíamos llegado a tiempo para pararle los pies aunque por la expresión de Bianca dudaba si podríamos de veras hacerlo.
En un minuto ya lo teníamos delante. Era una forma humana que tenía características de mi físico, que denotaban como era mi padre antes de morir. En su cara había unos ojos de color rojo, y una boca que no expresaba ni tristeza ni alegría, era como si en su mente no tuviera sentimiento. Lo mas extraño es que de él brotaba una especie de humo, como si fuera un aura. Sentía que si lo mataba haría un gran bien para el mundo y para mi padre. A la señal de Bianca le atacamos. Era muy poderoso, mi primer ataque que fue una estocada con un salto lo esquivó sencillamente, y paró el letal escudo de Bianca que le venía detrás. Luego entre los dos le atacamos en frenesí cuerpo a cuerpo, aunque se defendía de nuestros ataques con cierta facilidad.

-¡Es muy fuerte! –exclamó Bianca, tomando aire.

Aprovechando la leve baja de guardia de Bianca, el ente le golpeó de abajo hacia arriba con su espada gigantesca, haciéndola volar casi fuera del puente, pero reaccionó a tiempo y pudo agarrarse, a duras penas, del borde.
-¡Bianca! –grité- ¡En pie!
-¡Me caigo! –exclamó, con un grito.

Sentí como me desgarraban la espalda de un corte, y luego una contundente patada que me hizo caer de golpe en el suelo. El dolor era inmenso, pero en instantes descubrí que no era una herida tan grande. Eso sí, el Seyren estaba encima mío, apuntándome la espada para intentar arponearme, aunque pude girar sobre mí mismo y levantarme, aprovechando su error para ponerme en guardia pese al dolor por el reciente corte.

-Gelmir... no aguantaré mucho más... –dijo Bianca, que estaba a punto de caer- No puedo más... Gelmir cuídate...
-Oh Odín... –ahogué un grito, no llegaba  a tiempo. Pude ver a Bianca perder la sujeción de su brazo y precipitarse hacia el gran vacío que había debajo de la ciudad flotante de Yuno- Oh... no...

Seyren también estaba en guardia, y lentamente se me acercaba para continuar su letal ofensiva. Tenía miedo, pero estaba furioso, no iba a dejar que me matara así como así, después de lo que le había hecho a Bianca.

-Está bien, ven aquí... –dije, firme en mi espada, que relampagueaba de color rojo, muy intenso.

Se oyó un chasquido detrás de mí, y un sonido de llamas en el vacío, justo donde caía Bianca, y de reojo pude ver que esas llamas impedían que cayera más profundo.

-¿Qué rayos? ¿Stangckle? –quise girarme, pero sabía que si me distraía el ente me atacaría.

-Gelmir, échate a un lado –dijo una potente voz de mujer detrás, una voz extraña...



La obedecí y entonces la vi. Una gran capa ondeaba al viento, al unísono con su pelo rubio, que hacía una gran cola. En sus ojos verdes y brillantes se mostraba una gran seriedad, así como también una gran determinación, llevaba una armadura completa, como la mía, pero modificada en versión femenina. Era una señora de caballeros, como yo, y su cara era... me quedé paralizado. Sólo podía mirar. Con llamas en su cuerpo, se disparó como el rayo hacia Seyren, que aunque no tenía expresión en la cara, se le veía sorprendido. La mujer utilizó lo que llamamos “frenzy” y entonces Seyren  fue impactado con una lluvia de golpes, los suficientes para dejarlo tendido en el suelo, y despareció todo, fundiéndose en el aire. Estaba claro que ese no era el Seyren ente original, que era sólo una copia fuerte. La mujer se giró, y el cuerpo de Bianca envuelto en llamas, se puso encima del puente, sana y salva, aunque perdió el conocimiento. Pero mis ojos estaban fijos en esa Lady.

-No puedo creerlo...
-Has crecido mucho, Gelmir –dijo, con su voz, que me hechizaba al oírla.
-Una Lady, señora de caballeros... hermosa...
-¿No me reconoces?

Me fijé de nuevo en sus ojos verdes, su pelo, su figura, la veía, pero mi cerebro quería decirme que no.

-Es... es... es... es... –dije, incrédulo- ¡¡¡Lucy!!! ¿Es esto un sueño? ¿O qué rayos es esto? No lo sé, ¡pero que dure!

Me acerqué a ella. En verdad estaba físicamente muy cambiada, sus ojos eran de un verde brillante de veras, que nunca había recordado en ella, y su armadura de renacida la hacía mucho más madura y imponente. Me dejé caer en sus brazos, abrazándonos cálidamente. Nunca recordé antes ningún abrazo así. Porque esto era un abrazo de enamorados, supongo...

-Lucy...
-Gelmir...
-Eres tú... has vuelto...
-No podía dejarte solo, con lo que se avecina.
-Oh... pero no me lo puedo explicar... –susurré, abrazándola más- no lo entiendo... ¿Estás de vuelta? Y mírate... eres toda una Lady... ¡Lady Lucy! Pero... yo te maté... esto no puede ser real...
-He estado en el Valhalla –dijo, sonriente- Te guiaré a un sitio, sígueme Lord Gelmir.

Caminamos hasta el Castillo de los Sabios en la misma ciudad, y una vez dentro llegamos donde posaba el Libro de Ymir, el cual explicaba cosas sobre el Valhalla, y estaba lleno de misterios...

-Recuerdas, ¿el libro de Ymir? –dijo.
-Sí.
-Observa.

Se abrió un portal en la sala, salía del mismo libro. Me cogió la mano y entramos juntos. Cerré los ojos. Sentía un viento muy fuerte por todo mi cuerpo y una sensación especial me recorría, como de fuerza.
-Alza la vista –dijo Lucy.
-¡Por Odín!

Estábamos flotando en el cielo, en un palacio gigantesco y sagrado. Delante de mí había una hermosa mujer que vestía una armadura brillante, decorada con plumas, y no estaba de pie en el suelo, sino que flotaba, porque en su espalda tenía unas grandes alas. Sin duda alguna, era una verdadera Valkiria.

-Una... ¡una Valkiria!
-Exacto –afirmó Lucy- La Valkiria más pura que existe.
-Legendario...

La Valkiria sonreía, bajó a nuestra altura y nos acarició la cara con sus blancas manos. Sentí como si de aquella caricia me salieran fuerzas suficientes como para matar al mismo diablo.

-Si tienes algo que agradecer, agradéceselo a ella. Fue quien me ayudó a volver.
-Oh... explícamelo todo...
-Es todo muy difícil –dijo- Realmente yo estoy muerta.

En mi cara se reflejaba una cara de confusión ridícula.

-Tú me mataste, ¿recuerdas?
-Sí... pero sin embargo te veo aquí, carne y huesos. ¿No es real acaso esta mano que toco?
-Es temporal. Escucha Gelmir.
-¿Sí?
-Sólo hay una forma de que yo continúe viviendo. Mira mi espada –me la mostró, tenía una marca tras las otras quemadas- Tiene un cuarto sello, pero no está sellado. Necesito que el portador del agua me dé su poder, y mi espada será otra.

La Valkiria no hablaba, sólo sonreía y asentía, pues parecía que Lucy hablara por ella.

-¿Otra? Hmm... ¿Y entonces vivirás?
-Sí –dijo, mostrando una sonrisa que me dio esperanzas.
-Bien... interrogaré a Bianca... Ella sabe quien es el portador del agua, pero no me lo quiere decir... dice que lo descubra por mí mismo...
-Gelmir, Bianca no puede decírtelo...
-Soy yo quien debe descubrirlo.
-Exacto, Gelmir –en su mirada leí que tenía que meditar.
-Hmm... hmm...

En mi mente empezaba a encajar piezas una tras otra, intentando comprender cosas. Pasé un rato pensando, la tranquilidad del lugar me ayudaba a concentrarme sobremanera. Al fin saqué conclusiones.

-¡Ah! ¡Ahora entiendo! Cuando yo te maté brillaste y ascendiste al Valhalla porque ahí obtuviste poder necesario para renacer, las Valkirias te eligieron en ese mismo momento, crucial y justo para que renacieras...
-Sí.
-Si no seguirías muerta. Y quisieron darte una segunda oportunidad ya que renacer es una semi segunda vida, ¡lo veo claro! ¿Es eso?
-Más o menos. Sólo que yo aún sigo muerta.
-Oh... es un regalo de los dioses –dije, recuperando en ese momento la felicidad que había perdido meses atrás, como si una luz me iluminara en mi oscuridad. Era real, estaba aquí, cogiéndome la mano, la sentía de veras. No podía ser un sueño. Ahora tenía que luchar para que pudiera seguir así y le concedieran lo queríamos ambos. La miré a los ojos y no pude reprimir besarla con cariño- Oh... es algo increíble...
-No quiero que te hagas ilusiones –dijo, triste- Yo aún sigo muerta...
-Sí, pero como tú dijiste, ¡no seas pesimista! –dije, cogiendo fuerte de su mano, con esperanza. Sonriente y seguro, recuperando mi verdadera determinación que me caracterizaba. Lucy también sonreía emocionada y esperanzada.
-Pues averiguaré quien es el agua... Si dijo que lo adivinara por mí mismo quiere decir que tengo lo suficiente para saberlo... ¡Sólo tengo que pensar!

Volví a adentrarme en mi mente. Verdaderamente aquel lugar fomentaba la concentración, y recordé en mis viajes todo lo relacionado con el agua y quién podría ser...

-Enigmático... –murmuré- Espera. El agua resiste el fuego, ¿no?
-Sí.
-Y el agua es vida ¿no?
-Sí.
-¡¡Rayos!! ¿Puede ser? –exclamé como los que descubren algo que tenían delante de las narices y durante años no se enteraban de ello- Mmm... En la mazmorra del Magma Stangckle pudo resistir las llamaradas, y tiene un extraño homúnculo... No es uno normal sino uno como si lo hubiera creado él a partir de sí mismo.
-Además de que mi espada brillaba cuando estábamos cerca de él... Todo encaja... Por cierto, Gelmir –dijo, mientras acercaba su Muramasa a mi cuerpo, y empezó a desperender una luz incandescente- Mi espada brilla contigo.
-Oh... es cierto, si...
-¿Eres tú un portador?
-Así es –dije, mientras sacaba mi Muramasa, la cual también empezó a brillar como la de Lucy.
-Debes ser el de la Tierra.
-Ohm... Sí. ¡Mira fíjate! ¡Si Stangckle es el agua y tú puedes sobrevivir tenemos los cuatro elementos!
-¡Si, es verdad! Creo que llegó la hora de irnos. Valkiria, llévanos de vuelta a Yuno. Os lo ruego.
-Gracias por hacer regresar a Lucy...

La Valkiria sonrió una vez más, no sé en que pensaría, pero tengo la impresión que tenía esperanza en nosotros dos. Nos abrazó con sus brazos, y una gran luz me cegó hasta perder el conocimiento. Desperté en Yuno, no estuvimos mucho tiempo desmayados, porque el transporte fue instantáneo. Era muy extraño que una luz pudiera desvanecer a la gente. Sin duda una luz muy poderosa y pura.


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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #31 en: 02 de Septiembre de 2008, 00:00:44 am »
esta super buena tu historia es bacan  /hi
sigue así   /hi /hi

me gusto el capitulo donde los engañan los ladrones xD

knight 97/50 subiendo niveles como un caracol xD

queriendo ser lk xd

Desconectado Gelmir, Lord of Einbroch

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #32 en: 17 de Septiembre de 2008, 00:13:45 am »
CAPÍTULO 15: EL CONCILIO DE LAS CUATRO ESPADAS

Tras recuperar completamente el conocimiento, caminamos hasta mi casa, donde estaba Stangckle, y Bianca acostada en la cama. Stan la recogió al verla tendida en el suelo de en medio del puente, y la llevó a casa hasta que se recuperara. Al entrar, Stangckle nos miró a ambos, y dio un paso atrás, realmente sorprendido de verla, la reconoció al instante:

-¿Mmm?¿Lucy?
-Stan, me has reconocido –dijo Lucy, sonriendo.
-Pero tú no... increíble.

Le explicó rápidamente y sin fijar a detalles todo lo que le había pasado tras su muerte y el por qué de que estaba allí. Tras eso entre los dos le comentamos que necesitábamos el elemento de agua y devolverle la vida de veras.

-Vaya... los poderes divinos muchas veces van más allá de la comprensión humana... –dijo Stangckle, turbado.
-Necesitamos el poder del portador del elemento del agua... –dijo Lucy.
-Sí... –dijo Stan, en voz baja, como si le costara mucho decir esas palabras- Soy el elemento “Agua”... Me habéis pillado, y bueno, no soy un alquimista en verdad... sólo visto estas ropas para disimular. Si los otros creadores descubrieran mi poder querrían investigar sobre mí... y eso no me haría mucha gracia –rió brevemente- Os lo mostraré.

Abrió los brazos para dejar ver su manteo marrón, y luego se lo desabrochó y quitó. Debajo del manteo llevaba puesto un traje de color azul imponente y immaculado, muy elegante pero a la vez hecho para estar en cualquier situación, incluso para la batalla. Era evidente de que ningún alquimista podría llevar un traje así. Sólo los creadores, alquimistas renacidos y con gran experiencia tenían el honor de vestir así.

-Oh... –musité sorpendido.
-Vaya... –dijo Lucy- Eres un creador...
-Sí, mi experiencia ya data de mucho tiempo –dijo, con gran fuerza en sus palabras- Os ayudaría de muy buen grado pero... lo siento, me temo que no tengo la Muramasa. No pude encontrar esa espada...
-Vaya... –dijo Lady Lucy, mientras yo no podía esconder una expresión de tristeza, que se desvaneció en breve.
-Hmm... –gimió Bianca, parecía estar despierta de hacía bastante rato, sólo que fingía dormir, o eso me pareció a mí al observarla.
-¡Está claro! –grité- ¡Creo que ya sé donde esconden esa espada!

Todos, incluso Bianca, giraron la cabeza para mirarme a mí.

-¡Sí, en el Laboratorio de Somatología! ¡Mi padre dijo que investigaron con la espada para hacer los entes! ¡Estoy seguro, que tras un accidente que ocurrió allí, cuando el ente Seyren se apoderó del laboratorio matando al científico, la espada quedaría olvidada en el lugar! ¡Debe seguir allí!

Bianca asintió con una sonrisa extraña, Stangckle también me dirigió una mirada de aprobación, y Lucy, que no conocía las últimas nuevas sobre el laboratorio, me miró un instante algo extrañada, aunque comprendió y esbozó una sonrisa.

-Qué listo eres, Gelmir –dijo Bianca, burlona- ¿has llegado a esa deducción estudiando alquimia o química? –al oírlo Lucy, soltó una risilla.
-Pero... ¿ese Laboratorio no estaba en Lighthalzen? –preguntó la Lady.
-Sí, ese laboratorio está en Lighthalzen –aclaró Stan.
-Pues tendremos que viajar hacia él –dijo Lucy.
-Además sé como entrar. –dijo Stan, satisfecho- Veréis, tengo un amigo que heredó el laboratorio. Se llama Kiel. Él nos dejará entrar.
-Pero ese lugar es peligroso... Hablamos de el hogar de Seyren y los entes... Es como meternos en la boca del lobo –dije- Qué más da... hmm... Por Lucy, ¡haré lo que sea! –le dirigí una sonrisa con esperanza a mi amada.
-Sí –dijo, también esperanzada.
-Iremos a ese laboratorio –concluí.
-Me queda poco tiempo en este mundo... deberíamos partir cuanto antes.
-Mañana partiremos –dijo Stan- No es que sea muy tarde, al contrario, es muy de mañana... pero habéis ejecutado una batalla dura, y Bianca está muy lastimada. No es sano.
-Me parece bien –le dije, y me dirigí a Bianca- ¿Bianca? –asintió- ¿Lucy?
-Hmmm... Sí –aprobó- mañana partiremos.

Me fijé que Lucy llevaba una lanza en la mano, y no recordaba que antes en Valhalla hubiera llevado una.

-Oh... ¿y eso? –pregunté.
-Ah sí –dijo- Es que en el Valhalla me enseñaron a deformar mi arma para convertirla en otra... es propio de algunas armas mágicas, como la Muramasa.
-Misterioso... –dije.
-¿Ves? –su lanza se convirtió de nuevo en espada con un gesto, Stangckle y yo lo observamos con detalle.
-Bien, pues hoy pasaré la noche fuera –me dijo Stangckle.
-Y bien, ¿Bianca?
-Yo dormiré un poco más –dijo, con cara de aprovechada.
-Bueno... déjala que duerma... –dijo Lucy.
-Un momento... –mascullé- ¿Y dónde dormiremos nosotros?
-Yo no duermo. Estoy muerta, ¿Recuerdas?
-Oh... ya... –murmuré tristemente.
-Me recupero sin necesidad de dormir –dijo, echándome una mirada, fijándose en mi cara- Por cierto, has cambiado bastante –la miré, extrañado- Tu pelo es ahora más largo.
-Oh ya... Supongo, jeje...

Era cierto, mi pelo había crecido hasta convertirse en una melena blanca ondulada, y algo salvaje, era cosa que poco me importaba, es más, me gustaba llevar el pelo largo.

-¿Qué tal se me ve?
-Estás bien –dijo, riendo.

Mientras tanto Stangckle ya se había ido, y Bianca dormía como un tronco en mi cama, cosa que poca gracia me hacía. El resto del día pasó rápido, más de lo que pensé. Me preparé una mochila para otro largo viaje, con la ayuda de Lucy, que no dejaba de explicarme las maravillas del Valhalla, y me hizo pensar mucho en mi padre. Al fin llegó la noche, nos encontrábamos los dos en casa, con todo preparado, y Bianca seguía ahí, tirada en la cama, sin haber despertado ni una sola vez. Cuando quiere, Bianca se puede pasar días enteros en un sueño prolongado y ininterrumpido.

-Haré guardia por la noche –dijo Lucy- Gelmir, duerme con Bianca –se predispuso a irse pero yo la detuve agarrándola de la mano.
-Espera... ven aquí un momento...
-¿Sí? –dijo, mirándome a los ojos.
-Lucy... cuando te clavé la Muramasa de tierra... me dijiste aquello... tras aquella batalla...
-Descansa por hoy, Gelmir –dijo, intentando esquivar el tema- mañana lo hablaremos... haré guardia.

Se fue, y me quedé unos instantes escudriñando en mi mente y pensando en ella. Al poco me vino el sueño y sin saber como, me quedé dormido en la moqueta, en el suelo. De todas formas, por muy profundo que fuera mi sueño, me desperté, insomne por unos extraños ruidos. Miré a Bianca y le dije, aunque no me escuchara.

-Bianca, soy yo, ¿o roncas? Rayos, me quedé dormido en el suelo –Me levanté y miré por la ventana, para mirar las estrellas en la noche, pensando en Lucy. Suspiré- Es un milagro... la amo tanto... a ver que hace... –Me dirigí a la puerta de la casa y salí, para buscarla. Estaba sentada en un banco de una pequeña plaza algo apartada del centro de la ciudad. Era una noche preciosa, con luceros en el cielo brillando como pocas veces. Ni una nube, solo el cielo estrellado, que hacía tan mágica a aquella ciudad de noche. Me vio, y como es lógico, se sorprendió un poco al verme, pensando que dormía a aquellas horas.

-Hola, Lucy.
-¿Qué haces despierto aún? –me preguntó.
-Me desvelé, no podía dormir.
-Entiendo.
-Vaya... hermosa noche... –dije, y me senté a su lado en el banco. Un ligero escalofrío me recorrió al estar tan cerca de ella.
-Sí. Un cielo estrellado...
-Las estrellas se funden con las mágicas luces de la ciudad... Las noches como ésta son hermosas en Yuno... Hacía tiempo que no disfrutaba de una igual.
-Aunque esto es sólo el principio del final –dijo, preocupada- si fracasamos puede que no volvamos a ver un cielo tan limpio...
-Sé que algo se cuece –dije, sereno- Lucharemos contra ello... Creo que hay que aprovechar una noche como esta... porque quizás sea la última... ven, Lucy.

La llevé más cerca del abismo, en un lugar alto alejado de las luces de la ciudad. Desde allí se podía apreciar mejor el brillo de las estrellas y los cuerpos celestes. Nos sentamos en una pequeña roca.

-De aquí se ve mejor –comenté- Oye Lucy...
-Dime.
-Antes de que te fueras quería contarte una cosa, pero te fuiste de guardia. ¿Me escucharás ahora?
-Soy todo oídos –dijo, sincera. Le sonreí.
-Lucy, cuando te fuiste... cuando moriste. Yo caí en la desesperación... he vivido unos momentos tan tristes... pensar que al fin y al cabo... hubiéramos sido felices... y no podía ser... Pero ahora ha ocurrido un milagro...
-Simplemente, no me gustaría irme al más allá sin terminar lo que me queda por hacer –dijo, riendo- y lucharé por mi vida, para terminar lo que empecé
-No, no tengo palabras... es un milagro... –dije. De mis ojos empezaron a salir unas lagrimillas, pero no de tristeza, sino de felicidad- Lucy... te quiero... te quiero...
Lo que respondió Lucy fue un largo y soberbio beso en mis labios, era hermoso... en aquella noche estrellada. Tras esto, ella tenía las mejillas sonrojadas... y yo también.

-Deberías descansar –dijo Lucy.
-Me he desvelado... no tengo sueño. Ven aquí... –dije, nervioso, con el corazón que me controlaba,  y le hice un abrazo- esta noche... me quiero fundir contigo...
-No, Gelmir –dijo, triste- no olvides que soy un ser sin vida real todavía... no soy un ser humano ahora...
-Pero puedo sentirte... te siento...
-No puedo... me vigilan desde el valhalla... –explicó- me vigilan desde el Valhalla, lo siento...
-Está bien –dije, tras una pausa, intentando aplacar a la criatura que había en mi- cuando estés bien y todo esto haya acabado... Te prometo que te haré feliz...
-Lo tendré en cuenta –dijo, sonriéndome.
-Esto ni siquiera ha empezado... pero algo me dice que obtendremos la victoria, es una corazonada –dije, seguro de mí mismo- tengo una esperanza, no sé. Algo, algo me dice que saldremos victoriosos –repetí- me lo dice el corazón.
-Así será... –dijo, creyendo en mí- bueno, ve a dormir, ya queda poco. Yo tengo que hacer unas cosas, espérame en casa.
-Sí mi amor... hasta luego.
-Llámame Lucy... al menos de momento –me dijo.
-Como desees –dije, acompañando de una sonrisa.

Me fui, satisfecho de mi conversación con Lucy, me gustaba pasar el tiempo con ella, sobretodo a partir de esos momentos, porque nos teníamos el uno al otro... es algo especial. El amor...
Al llegar a casa, Bianca seguía con su adorable ronquido, y decidí que como el sueño me había resultado reparador, aunque breve, y estaba lleno de energía, prepararía mi equipo de pelea, que era lo único que me faltaba por preparar. Me duró poco, o al menos hasta que cogí la espada de mi padre. Me fijé en ella, en su hoja, brillante y larga, sin imperfecciones, con las preciosas runas perfectamente talladas, los versos en esa extraña lengua que había tallados en el reverso y las grandes letras “SW” de Seyren Windsor. Brillaba en tono azul, muy luminoso.

-Misteriosa espada, algo me dice que hay algo oculto en ella... ¿Sigues mis sentimientos, espada esmeralda? –la empuñé- Es magnífica. Puede parecer enorme y pesada, pero es a mis brazos ligera, pero letal a mis enemigos...

-Gelmir, ya es de día –dijo la voz de Lucy, recién entrada a la casa.
-¡Oh! –exclamé- Parece que me he quedado embobado mirando la espada.
-Me he preparado para la batalla –explicó, invitándome a contemplar de nuevo su hermosa armadura, versión femenina de la que llevamos los lords, impecable y imponente como la mañana anterior.
-Vaya, hermoso traje. Entraremos a la boca del lobo, ¿estás lista?
-Sí.
-Bianca, en pie –le dije a Bianca, mientras la movía con el brazo. En la otra estancia se oyó un portazo. Era Stangckle.
-¡Venga, en pie...! –gritó de una forma estridente.
-Stangckle y sus despertares –dije, risueño, sabiendo que cada día me despertaba con la misma cancioncita. Lucy rió con ganas, imaginándolo.
-Listos para partir, ¿Concilio de las Cuatro Espadas? –dijo Stan, que parecía haber encontrado el nombre perfecto para nuestro grupo.
-Yo creo que sí –dije, poniéndome mi Muramasa en el cinto, y haciendo flotar con mi nuevo poder la esmeralda hasta quedar colgada en mi espalda- Oye Stan, hoy pisas la tierra más seguro. Puedo sentir tus pasos, más fuertes, y eso que estamos flotando en el aire, ¡y eso hace que mis poderes estén mermados!
-Vaya, Gelmir, ¡ya dominas la tierra! –dijo, alegre- Pues es porque ya puedo mostrarme sin miedo.
-Jejeje, vale.

Detrás nuestro apareció Bianca, que aprovechó nuestra pequeña conversación para desaparecer silenciosamente y equiparse pertinentemente. Armadura de placas, larga capa, y espada con un gran escudo.

-¿Ya estamos todos listos? –dijo.
-Sí, perezosa, ¡vámonos!

Y así partimos en esta nueva aventura, todos con el peligro presente, pero con gran esperanza en nuestros corazones. Estábamos unidos, los portadores de los 4 elementos. ¡Que tiemble el mundo a nuestros pasos!


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Dragonfang

Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #33 en: 17 de Septiembre de 2008, 16:50:06 pm »
Gelmir...

simplemente N-O-T-A-B-L-E

y la escena con Lucy... awwwww ><!! pervertido!

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #34 en: 23 de Septiembre de 2008, 23:06:02 pm »
CAPÍTULO 16: EN LA BOCA DEL LOBO

Cogimos de nuevo el transporte Airship hacia la ciudad de Lighthalzen, situada al oeste de la República, y casi a la frontera con el estado papal de Arunafeltz. Al subir al aparato, empecé a notar que ya no sentía tanto los pasos de las criaturas vivas. A medida que iba ascendiendo, iba perdiendo poder, hasta no sentir nada completamente. Sin embargo, un vértigo que nunca antes había sentido se alojó en mi ser. Lógicamente estaba lejos de la tierra, el aire. Bianca debió experimentar un incremento de fuerza seguramente.  Ese aparato vuela muy alto. Al rato, ya estábamos en Lighthalzen, una ciudad sorprendentemente cuidada y bonita, con numerosas fuentes y grandes áreas tras las aceras cubiertas de césped, y muchos bancos para sentarse. Era también el lugar donde había la sede de la corporación Rekenber, una corporación científica que investiga siempre a conciencia para avanzar la ciencia en este mundo, y por eso la ciudad principalmente es lugar de interés para alquimistas y creadores.
Pero esa ciudad tenía un secreto. Al este de la ciudad, había un muro vallado, y vigilado por guardias. Era la entrada a los suburbios de la ciudad, nada que ver con la cuidada ciudad que estaba detrás. Una serie de barrios marginales y pobres, donde en secreto estaba escondido el temido Laboratorio de Somatología, aunque ignorado por la mayoría de sus habitantes, que siempre estaban en peligro.
Stangckle nos guió hasta la gran mansión de Kiel, situada más o menos en el centro de la parte rica, un poco más al norte. Se trataba de una casa enorme, hecha para gente con dinero. Stangckle dio un paso adelante, parecía emocionado. Tocó la puerta, y en unos instantes salió un mayordomo muy bien vestido.

-Hmm saludos –dijo.
-Hola –dijo Stan- Tenemos una cita con el señor Kiel.
-Oh, si es el señor Stangckle –dijo, un poco sorprendido- Está usted muy imponente hoy, señor.
-Gracias –rió un poco.
-Stan está emocionado jejeje –comentó Lucy.
-Pasen por favor –dijo, cortante.

Nos llevó a través de una sala muy cuidada, hasta una habitación decorada con cuadros de antigua gente, varias estanterías, una mesa con brocados de oro y sillas de terciopelo. En la mesa había un hombre medio calvo con el pelo gris, de la edad de Stangckle, pero parecía mucho más desgastado por la edad que él (en verdad Stan ese día aparentaba los  30 años). Al ver al creador, el hombre se levantó de su silla y abrió los brazos en señal de salutación.
-Kiel, ¡hola! –dijo Stan.
-¡Stan! –dijo, como si no se hubieran visto en mucho tiempo.
-Buenas –saludó Lucy.
-¡Cuánto tiempo!
-¡Y que lo digas! –apuntó Kiel, y se fijó en los demás- ¿Y estos mozos?
-Son Lucy, portadora del fuego –empezó Stan, Lucy le hizo una reverencia a Kiel- ; Gelmir, portador de la tierra...
-Saludos –dije cordialmente.
-Y Bianca, que porta el viento.
-HAO –dijo, cosa que nos dejó extrañados.

Le expliqué la historia a Kiel, me llevó unos largos y aburridos minutos, pero era necesario para que comprendiera para qué lo queríamos.

-Ya veo –dijo- El laboratorio de Somatología es un lugar demasiado peligroso, sabéis que el Seyren falso anda ahí. Heredé el laboratorio porqué el científico era amigo mío. Se volvió malvado con el tiempo, y muy ambicioso –suspiró- Sin embargo en su testamento figuraba que el laboratorio pasaba a mis manos. Intenté cerrarlo, y es así, las puertas principales están cerradas con la máxima seguiridad. Lo que no me explico, es que los entes hayan logrado salir, deben de tener alguna vía de escape, quizás algún túnel excavado, no sé. Bueno, las llaves son vuestras. Tened cuidado, las criaturas pueden emboscaros, y eso significaría vuestra muerte. Os deseo suerte, y que esta chica tan hermosa recupere su alma.
-Vale, vamos –dije, con ganas- Un placer señor Kiel.

Atravesamos la ciudad hasta llegar a los suburbios, los guardias debían saber que pasaríamos por allí, porque nos dejaron pasar sin problema. En los suburbios Stan nos guió hasta unas grandes puertas metálicas, que parecían muy gruesas y seguras. Mientras Bianca abría, le ví sacar a una criatura usando alquimia, un gran homúnculo con forma de cabra, parecía como su piel y su pelo fueran de acero, sería el guardián perfecto para él en esta misión. Las puertas se abrieron de par en par, y salió de dentro un aire pestilente procedente de ahí, señal de que ese lugar había sido abandonado de hace mucho tiempo.
Nunca me habría imaginado un laboratorio así. Eran una serie de habitaciones todas llegas de tuberías intrincantes conectadas entre sí, las salas llenas de estantes con tubos de ensayo y demás, también mesas con muchísimos aparatos y máquinas extrañas, que llegaban lejos de mi capacidad de comprensión. Avanzamos poco a poco, iluminados por la luz del laboratorio, siempre encendidas al parecer, por bombillas de formas extrañas. A medida que nos íbamos adentrando, sentía como miles de pasos iguales en la tierra, hacia lo profundo, como si la misma persona multiplicada por mil estuviera paseándose por el laboratorio sin ritmo alguno. Sin duda eran entes, miles de entes. Otra cosa que apreciaba al avanzar, era que como más adentro estábamos, más desolado y desastrado estaba el lugar, hasta el punto de encontrar paredes destrozadas y lugares realmente caóticos. En ese momento sentí un escalofrío. Era evidente que ahí había ocurrido una cruenta batalla, cada vez más intensa y dura... Por un momento me imaginé a mi padre luchando contra criaturas iguales a él y a sus amigos, y cayendo... mientras tanto mi madre agonizando. Me pregunto que hicieron con ella. El caso es que no sería nada fácil llegar hasta la espada.

-Gelmir, en estos momentos no siento para nada el viento, dado a que estamos bajo tierra –comentó Bianca- con que no puedo detectar a los enemigos usándolo. Tendrás que valerte tú para guiarnos por el camino más seguro, demuéstrame lo que has aprendido.
-Está bien, siento a muchos entes, pero creo que sabré guiaros por donde haya menos.
-Estoy empezando a sentir un poder de agua, -apuntó Stan- ¡Creo que estábamos en lo cierto!
-Nos guiaremos por ese poder, Stangckle –dijo Lucy- Vamos.

Así Stan y yo pasamos adelante, seguidos por ellas dos y la biocabra de Stangckle. Noté varios entes en dirección a nosotros y en nuestro camino.

-Chicos, se nos interponen en el camino, pero son pocos y están dispersos.
-Acabemos con ellos, contamos con el factor sorpresa –dijo Stangckle.

Asentimos y desenvainamos cada uno su arma, opté por la Muramasa de Tierra esta vez, Stan sacó un largo y brillante estoque de hielo, Lucy su Muramasa, y Bianca también la espada del viento y su gran escudo. Lucy apreció primera a un ente, vestido como un espadachín, acompañado de un arquero y un mago. Entes de clases bajas, que no tenían ni comparación con el Seyren o los otros, entes que imitan a los renacidos.

-¡A la carga! –gritó Lucy, mientras corría hacia ellos.

Nos lanzamos a por ellos a toda velocidad, no pudieron responder bien, gracias a la sorpresa, y tras una lluvia de golpes y magia, cayeron, desapareciendo en el aire.

-Como siempre, el factor sorpresa es clave en una batalla –opinó Stangckle.

Cogimos un elevador, que nos dirigió al piso inferior. Al abrirse las puertas, descubrimos una sala totalmente desolada, que parecía mucho más violenta incluso a lo que habíamos visto antes. Además había armas en el suelo, lo que indicaba otra batalla, más dura que la anterior. Seguimos avanzando, cada vez topándonos con más y más entes, aunque como acabábamos con todos ellos, no corría la alarma. Hasta aquí pareció fácil, hasta que llegamos al siguiente elevador, tuve un gran escalofrío. Los entes que notaba pisaban la tierra más seguros, como si fueran mucho más poderosos. Advertí al grupo:

-Chicos, esto se complica, algo me dice  que aquí abajo son realmente poderosos... igual nos encontramos a los renacidos...

No dijeron nada, pero por sus expresiones pude ver que no nos rendiríamos para nada.
Al llegar abajo, pudimos ver lo más complicado de los laboratorios, todo lleno de más extrañas máquinas y papeles flotando por doquier. También algunas cámaras llenas de agua y más cosas raras. Fuimos sigilosamente, adentrándonos por los extraños lugares, hasta que nos topamos con dos entes, un asesino cross y una alta sacerdotisa. Nos miraban con sus ojos rojos, y con una expresión nula en su cara, sólo las armas en pie y avanzando para atacar. Intimidaban, pero nosotros atacamos con fuerza. Gracias al gran escudo de Bianca la primera cayó, y la cabra de Stan atacó al asesino, que esquivó su movimiento y atacó con una velocidad inimaginable. Pero ya estaba yo atrás con mi espada, sin miedo le empecé a golpear, hasta desarmarlo, y luego de una estocada matarlo, aunque con esfuerzos y algunas heridas. Tras nosotros apareció uno más, un Forjador con su martillo amenazante. Stan cargó y se llevó un gran golpe, rebotando contra la pared, y Lucy se le lanzó con una llamarada, cegándolo y, sin vacilar, empezó a atacar con fuerza con su espada. Tras un tremendo golpe, cayó derrotado.

-Son fuertes –comentó- habrá que ir con cuidado...
-Yo en especial –dijo Bianca- No puedo usar mis poderes.
-Está bien –dije- por cierto, que raro caminan estos entes... todos iguales.
-Gelmir, dejémonos de palabrería –me dijo Lucy- Tenemos el tiempo muy contado.
-Hemos venido aquí a luchar, cierto –dije, y avanzamos.

Aunque viniéramos a luchar, intentamos evitar la pelea lo más posible, y usar el sigilo para llegar a el arma que buscábamos. Llegamos a una gran área circular, y aparecieron entes de golpe, rodeándonos. Dos Seyrens, una tiradora, otro asesino cross y una alta hechicera. Al rodearnos nos obligaron a pelear sin cuartel, y con dificultad. Podía ver cómo nos estaban ganando terreno, pero se me ocurrió una idea.

-¡Agachaos! –grité, y obedecieron- ¡Sacudida!

La tierra dio una enorme sacudida, un gran movimiento sísmico que hizo que todos los entes cayeran al suelo, desequilibrados.

-¡Atacad! –gritó Stangckle.

Las cosas cambiaron rápidamente. Con su caída pudimos reaccionar y derrotarlos a todos utilizando todo nuestro acero. Stan nos arrojó pociones de su cosecha, que resultaron ser revitalizantes y enseguida estábamos listos para pelear de nuevo, en plena forma. Además de la sanación de Stangckle, sentía como mi poder de la tierra aumentaba.

-La tierra se siente muy fuerte aquí –comenté- quizás pueda usar mi mayor habilidad...
-Om... Bien, ahora que lo dices, siento el poder de el agua muy cerca de nosotros, ¡ya estamos cerca!

No andaba equivocado, Stan se puso adelante y empezó a correr, haciéndonos señas para que viniéramos. Finalmente llegamos a una zona del laboratorio llena de agua, que llegaba hasta las rodillas casi.

-Hay mucha agua –comenté- Tiene que ser aquí.
-Así es –confirmó Stan.

Seguimos por esa zona inundada, hasta llegar a una especie de sala grande, toda destrozada, de la cual seguían unas escaleras que llevaban a una gran cámara superior.

-¡Mirad! –exclamó Stangckle- ¡Es la Muramasa de Agua!

Efectivamente, en el agua se veía sobresalir un puño de una espada a una mano. Su hoja, resplandeciente de color azul, brillaba en el fondo. Se trataba de una espada ligera, aunque de hoja ancha y parecía semicongelada, o almenos en el agua de su alrededor podían verse pequeños trozos de hielo flotantes. Tenía tres sellos, como las demás Muramasas. Al confirmarlo, llegó la emoción a mi cuerpo, igualmente a los demás del grupo, de no haber venido en vano. Sin embargo, algo me decía que en algo habíamos fallado... Sentí muchísimos pasos acercándose hacia la sala, entrarían desde donde nosotros lo habíamos hecho, eso provocó que me pusiera muy nervioso y tenso. Nos habían detectado.

-¡Espera Stangckle! ¡Siento muchos pasos, algo se acerca! –dije, denotando mi nerviosismo- ¡Son demasiados! ¡¡Estamos perdidos!!
-¿Qué ocurre? –preguntó Lucy, preocupada.
-¡¡Stangckle!! ¡Coge la espada! –grité- ¡CORRE!

Al verme así, me obedeció apresurado. Y entonces los conducí hacia las escaleras. Nos llevaron a una gran sala, conectada por tres entradas al exterior y otro hacia adentro, a otra sala interior. Sentí más pasos. Ya entraban por esas tres entradas, varios entes por cada una.

-¡Nos han rodeado! –exclamé.
-¡Ya me di cuenta! –dijo Bianca, contrariada.
-¿Y ahora qué hacemos? –preguntó Lucy, asustada, en esos momentos se sentía inútil, sin dejar de preguntar, y toda su alegría por haber encontrado la espada se desvaneció.
-Ah... –suspiré- Vale... Aquí lucharemos... ¡Proteged el área, cubrid todos los lados!

Empezaron a aparecer por las entradas, pero ya nos habíamos posicionado y empezamos a luchar bravamente. Miré atrás, para ver que había tras la sala que podría garantizarnos una huida, aunque como pensé, era una cámara cerrada, y no teníamos escapatoria. Giré mi vista hacia la refriega de nuevo y cargué en ayuda de mis compañeros. Tras muchas estocadas, mucha magia y la furia de la bestia de Stan, logramos deshacernos de muchos, aunque estábamos perdiendo terreno cada vez más. No dejaban de venir. Stangckle estaba desesperado, luchando con todas sus fuerzas, pero impotente al ver que aparecían más y más. Bianca peleaba calmada, como siempre, aunque nerviosa por la situación. Y Lucy demostraba una ira tremenda, desatando todo su poder contra los entes, sin importarle morir o sobrevivir. “Debe pensar en su misión” pensé, y entonces recordé a mi padre, y mi misión también. No podía rendirme así, tenía que morir o salir victorioso. Con la Muramasa en mano, me alejé un par de metros y empecé a formular unas palabras en Yunense, concentrando todo mi poder de la Tierra. Iba a mostrar mi última habilidad, aprendida en mi entrenamiento con Bianca, pero nunca se lo enseñé. Rocas empezaron a elevarse a mi alrededor, y la espada brillaba intensamente. Mis compañeros se dieron cuenta de esto, y intentaron alejarse un poco de la pelea para dejar que pudiera desatar lo que estaba creando. Lo denominé Gaia.

-¡¡GAIA!! –grité enérgicamente.

Los entes situados en las tres entradas empezaron a elevarse en el aire, empujados por una gran fuerza, poco a poco. Con ellos, también empezaron a elevarse trozos de roca, hasta que del suelo emergieron montones de rocas, procedentes de la tierra del laboratorio. El suelo se desmembraba hacia arriba, con cada vez más fuerza, hasta que los entes y las rocas fueron empujados con una fuerza devastadora hacia arriba, chocando y atravesando el techo, y ya no cayeron abajo. Los mató tanta fuerza concentrada. Tras esto, pude ver caras de esperanza en los demás, incluso en Bianca, que siempre intentaba estar fría. Sin embargo me sentía débil, había utilizado mucha energía, y no me podía mover con normalidad por el cansancio.

-Vámonos.

Fuimos corriendo por una de las entradas, ahora totalmente vacías, pero no por mucho tiempo. Noté que mis amigos me adelantaban, porque yo no podía ir a su ritmo.

-Corred... rápido... yo os sigo...
-No te voy a dejar solo –exclamó Lucy, al ver que estaba débil y contrariamente no podría seguirlos.

Seguimos avanzando, de forma extraña nadie había interponiéndose en nuestro camino, hasta que sentí pasos delante de nosotros.

-¡Jajajaja! –gritó una voz, forzando una risa horrorosa.
-¿Eh? –gemimos los cuatro a la vez.
-¡Hola hijito...!
Delante de nosotros apareció otro Seyren, pero a este le rodeaba una aura oscura y humeante, y en su cara había una sonrisa malévola. Era la primera y más poderosa copia, la misma que se apoderó de todo el laboratorio y lidera a los entes, la misma que destrozó Payon por completo en su día...
Solo había maldad en su rostro...

-Agh... es el... –murmuré- el Seyren...
-Bienvenidos al lugar que será vuestra tumba... ¡preparaos para la peor de las muertes!
-Aah no, aquí lucharemos... –le dije, furioso.
-No pierdas la cordura, Gelmir –dijo Lucy, con razón al ver que nos superaba a todos.
-No hay otra alternativa... –dije.
-Ignoráis mi poder.

Entonces se iluminó la sala por completo, y pudimos verlo bien. Me estremecí de arriba abajo.
-Mi padre... –murmuré, desolado.
-Hehehe... el famoso Gelmir –dijo.
-Asesino...

Los demás estaban callados, quizá aterrorizados por el miedo, o quizá sin saber que decir o hacer en contra de una manifestación tan poderosa, creadora de los temores más horrendos.

-Ahora vendrás conmigo, Gelmir...
-Ni lo sueñes, ¡lucharemos contra ti!
-Olvidáis un detalle –dijo, calmado- Soy in-mor-tal.
-No lo creo... –articuló Lucy, poniéndose furiosa.

Seyren golpeó la tierra con su espada, la fuerza era tan grande que todos salimos despedidos por los aires. Lucy, Bianca, Stangckle, la cabra y yo. Sentí un golpe muy fuerte en el cuello, sólo en un instante. Tras eso ya no sentí nada más. Perdí el conocimiento. Seyren se acercó a mi cuerpo desvanecido, y me cogió. “Nos vamos de paseo” dijo, y desapareció junto conmigo de la iluminada cámara.

-¡Gelmir! –gritaron Lucy y Stan a la vez.
-Gelmir... –dijo Stangckle- Gelmir ha desaparecido, con Seyren...
-Salgamos rápido de aquí. –dijo Lucy- ¡YA!
-¿Y Gelmir? –apuntó Stangckle.
-Volveremos a por él... Gelmir ya no está aquí... –dijo, hecha un manojo de nervios.

Se fueron corriendo a gran velocidad a través de las salas, ignorando a los entes que aparecían. Bianca continuaba sin decir nada, pensando qué podrían hacer conmigo.

-Gelmir... –musitó Stan, con agonía- Qué hacemos... ¡¡GELMIR...!!

Su grito resonó por todo el laboratorio, y esas palabras se hicieron un gran peso en sus corazones. Lucy intentaba estar tranquila y actuar fríamente, pero abundantes lágrimas caían en sus mejillas...

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #35 en: 23 de Septiembre de 2008, 23:17:00 pm »
que curioso, a mi último capítulo le he puesto el mismo título XD

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #36 en: 12 de Octubre de 2008, 23:50:33 pm »
CAPÍTULO 17: COMIENZA EL REINADO DE TERROR

Pasó el tiempo y empecé a recobrar los sentidos. Parecía que me encontraba en una cama dentro de los laboratorios todavía, y estaba atado a ella con una cuerda gruesa. Me sentía muy molesto y agotado, porque parecía haber pasado poco tiempo inconsciente, no había descansado mucho. La habitación en que me encontraba no se parecía en nada al laboratorio que no había visto antes. Era de un aspecto más lujoso y cuidado, aunque había una gran máquina en la pared a mi derecha y un mostrador polvoriento con algunos viales con líquidos raros. También había un armario grande y viejo con marcos y puerta de oro macizo, y a mi izquierda otra cama de aspecto lujoso aunque viejo.

-¿Ya despertaste? –preguntó Seyren.

Miré adelante y vi al ente con su espada envainada, mostrando una sonrisa de satisfacción y malvada a la vez.

-Agh... así es, maldito... pensé estar muerto... ¿qué quieres de mí?

Mientras tanto pensaba la manera de salir de  ahí, pero apenas podía usar el poder de la tierra para soltarme. De momento lo mejor sería esperar.

-Pues... a decir verdad me interesa bastante tu fuerza.
-¿Mi... fuerza?
-Te traje a mi “nidito” –dijo, intimidante- para proponerte una oferta. Y a lo mejor así evitas que te mate.

No dije nada, solo fruncí el ceño en señal de desacuerdo.

-Tu alma es pura... Bueno, seré franco. Quiero crear un ente, un ente perfecto a partir de tu miserable ser, de hecho ya tengo una pequeña muestra de tu sangre –dijo, señalando al mostrador un recipiente de color rojo y tomándolo.
-¿Eh? Eso es mi sangre...
-Exacto.
-¿Y qué le has hecho a mis amigos? –pregunté, cortante.
-¿Tus amigos? Huyeron y te dejaron tirado como un perro abandonado. A tu suerte –rió estridentemente- Pobre desgraciado...
-Nunca harían eso –contradije furioso- Es más, estoy seguro que volverán a por mí.
-Pues esta es la cruda realidad, se han olvidado de ti.
-No creo tus palabras, miserable... ¿Cómo me he de fiar de ti? ¡Mataste a todos aquellos en Payon, y a mi padre!
-¿Yo? –dijo riendo- Yo no fui... jajaja.
-¡Has traído la vergüenza a mi familia, la familia Windsor! Creen que Seyren es un fantoche fantasma traidor como tú. Por tu mísera culpa. ¡Arderás!
-Bueno... tu padre era fuerte... Jejeje... Arderéis todos vosotros antes que yo.
-Mi misión es matarte –dije, furioso- y pienso cumplirla.
-¡Pienso ser el nuevo dios de esta miserable tierra!
-¡Ja! Un ser sin siquiera sentimientos jamás gobernará este mundo –le grité sin miedo.
-¿Piensas matarme? –dijo, enfurido por mis palabras- ¡Vamos!

De un sablazo con su gran espada cortó las cuerdas de la cama.

-Atácame –dijo.
-Eres un miserable engendro...
-Estás desarmado, ni siquiera llevas armadura... ¿crees que te conviene?

Intenté levantarme, pero sólo ponerme en pie caí redondo a la cama, demasiado agotado y herido para seguir. El golpe de antes contra la pared me dejó muy mal.

-Das pena... –dijo Seyren, mirando como caía.
-Pero cuánta sangre me has tomado, maldito... Cobarde, si me encontraras en plena forma, te enseñaría una lección.
-Pero la situación es esta... –dijo, riendo de nuevo- Escucha... A partir de hoy el mundo cambiará. Pienso crear un mundo en el que no exista la miserable raza humana. Ríos de sangre correrán por las calles de grandes ciudades como Prontera y los cielos se teñirán de rojo... me temerán. Y tú me ayudarás a conseguirlo. ¿Ves esa cápsula de ahí?

Señaló a la pared izquierda, la cual se abrió y apareció un gran recipiente de cristal del tamaño de una persona, lleno de un líquido transparente y burbujeante.

-Sí, la veo –apunté.
-¿Qué ves dentro?
-No sé... agua supongo.
-A ver... –dijo.

Fue a la gran máquina de la pared y empezó a pulsar botones y a teclear vigorosamente. El líquido del recipiente dejó de burbujear y se iluminó por unas bombillas. Había un puntito casi inapreciable en el centro de la cápsula.
-¿Ves ese pequeño embrión?
-Veo algo minúsculo.
-Será tu próximo yo, debes estar contento.
-¿Qué? –exclamé sorprendido.
-Lord Gelmir –dijo Seyren, burlón.
-No tenía suficientes copias con Morgelmir... ahora me sale un ente... –murmuré.

En ese momento sentí pasos desde lo lejos del laboratorio, encaminándose hacia donde estabamos Seyren y yo, aunque no los reconocía.

-Y para que veas que soy generoso, querido retoñito mío dejaré que seas el último humano que exista sobre la faz de la tierra –dijo Seyren, soltando una risa macabra- Podrás ver como la humanidad cae...

Al instante empezé a imaginar como morirían todos mis amigos, mi familia, Lucy, cruelmente asesinados por entes... algo horrible, que me hizo estallar en furia:

-¡Miserable! ¡No mereces la vida! Eres detestable...  ¡Te odio! –grité con fuerzas- No conseguirás lo que te propones, quizás muera mucha gente... pero no lo conseguirás! Es una corazonada –Mientras decía  esto, podía me movía furioso, notando como iba recuperando mis fuerzas. Al ver esto, Seyren me lanzó una red, dejándome inmóvil de nuevo.
-Ya veo que te estás animando retoño –dijo Seyren- Hay algo mas... ¿qué quieras saber?

Entonces volví a sentir esos pasos, pero esta vez tras la pared de la estancia en que estábamos Seyren y yo. No sabía que podrían ser, amigos o enemigos, pero me puse alerta, para aprovechar cualquier oportunidad para huir, ya que me sentía capaz de correr, y incluso luchar ya. Segundos después hubo una gran explosión en la misma pared donde estábamos, dejándolo todo lleno de humo y polvo, y la pared abierta y destrozada. El recipiente donde estaba el embrión cedió hecho pedazos, matando a la posible criatura, y tras la humareda pude distinguir a dos figuras altas y erguidas, empuñando grandes armas.

-¡Qué asd! –dijo uno- ¡Dichosa maldita mazmorra!
-¿Pero qué demonios? –gritó Seyren, claramente sorprendido.

La humareda se fue esparciendo, y se pudieron ver a las dos figuras claramente distinguidas. El primero era un Paladín, cubierto de armadura completa excepto la cara, que llevaba al descubierto, y una larga capa. Tenía unos ojos grandes, de color azul turquesa, y un largo pelo liso, de color parecido al de sus ojos también. Empuñaba una gran lanza dorada, decorada soberbiamente, parecía que emanara luz. El segundo era un Señor de Caballeros, que llevaba una armadura parecida a la mía, aunque de un color más claro. Tenía el pelo ligeramente ondulado, y cortado a la altura de las mejillas, castaño. Su expresión era totalmente seria pero segura, en sus manos empuñaba una gran espada a dos manos, del tipo Zweihander, larga y ancha.

-¡Rayos! –exclamé.

Aprovechando la confusión, el lord caballero se acercó y me cortó las ataduras con su espada rápidamente.

-¡AG! –gritó Seyren, empuñando su acero- ¡Maldito!
-¡¡Gelmir!! –exclamó el paladín, como si me reconociera o algo parecido- Reyven, a por él! –dijo al lord, apuntando con la mirada hacia Seyren.

Los dos guerreros, con las armas en mano, atacaron a Seyren furiosa y rápidamente, y Seyren bloqueaba todos sus ataques hábilmente.

-Vaya tío, echas humo, ¿lo sabías? –dijo Reyven, mientras le atacaba.
-Cómo te atreves, maldito humano... –dijo Seyren, enfurido.
-Sí, Sí. –le contestó Reyven- ¡Menos cháchara y pelea como Lord Knight que eres!
-Muere, tipo que no sé de qué me suenas! –dijo el Paladín, bromeando.

Mientras peleaban, aproveché para usar la tierra para invocar a la espada de mi padre, que salió disparada del armario que tenía cerca, rompiéndolo y dejando al descubierto todo mi equipo. La empuñé y me dirigí a la pelea.

-¡Eres la vergüenza de los Lord Knight! –grité, lanzando un fuerte golpe vertical con salto- ¡A ver si te gusta esta espada!

Seyren bloqueó el golpe, y los siguientes, hasta que pude descuidarle de su defensa por un instante para intentar herirle el costado.

-¡Prueba la espada de mi padre! –exclamé- ¡Asesino!

La espada relampagueó furiosamente, brillando roja, como de furia, y el golpe le impactó en el costado ligeramente, y mucho humo salió de la herida. Pareció que le dolía. Seyren hizo un gran salto atrás, para salir de la pelea, y en la mano cogió la muestra de mi sangre.
-Maldita sea, ¡no te confíes escoria!
-¿Te gustó la espadita verdad? –le dije.
-Recuerda maldita escoria, ¡tengo tu sangre!

Enseñó por un instante el botecillo y luego tiró una bomba al suelo, la cual provocó mucho humo y huyó, riendo estridente y macabramente.

-¡Este utiliza mis técnicas! –dijo el Paladín- ¡ASD!
-¡Te encontraré, te mataré! –grité vigorosamente, mientras pensaba que parecía que la espada de mi padre le dolió, parecía increíble.
-Esa espada... –empezó a decir Reyven, fijo en mi hoja.
-Bueno, -dijo el Paladín- deberíamos salir de aquí.
-Sí, será lo mejor –le contestó Reyven.
-Te curaré, anda –me dijo el Paladín.

El Paladín se giró hacia mí y me puso la mano en el pecho, murmurando unas palabras mágicas. Retiró su mano y tras el conjuro me sentí mucho mejor, me sanó casi completamente.

-Un momento –interrumpí- ¿quiénes sois vosotros?
-¿Importa eso ahora? –terció Reyven- tenemos más tiempo para hablar.

El Paladín asintió.

-Vale, iré por mi equipo –dije, cogiendo todo lo del armario- Todo lo que no sea un ente me parece amigo ahora. No se si hay tiempo para vestirme...
-Sin prisas –dijo el Lord- Silinde y yo te cubriremos.
-Siento unos pasos muy raros... algo se está muriendo... –dije, mientras me vestía y equipaba rápido- No muy lejos... Reconozco esos pasos...

Me acabé de vestir rápido, pues reconocí esos pasos y eran de Lucy y los demás, que estaban en peligro.

-Acompañadme, por favor –les dije a los dos desconocidos, mientras abandonaba a toda prisa la estancia.

Mientras corríamos guiados por los pasos de mis amigos que sentía, empecé a pensar: “Silinde... de qué me suena ese nombre...”
Aunque lo hice sin darme cuenta de que Reyven iba delante abriendo paso con gran facilidad entre los entes de todo tipo que nos encontrábamos, y Silinde que iba detrás de mí tampoco se quedaba corto usando su lanza y sus puños.

-Qué debiles... –comentó Reyven.

En unos instantes llegamos donde estaban Lucy, Bianca y Stan. De hecho estaban rodeados por entes y parecía que no podrían contenerlos por mucho tiempo, heridos y cansados.

-¡Por aquí! –grité- ¡Aquí están!¡A la carga!
-Jojojojo, cuanta peña –exclamó Silinde, como preparado para disfrutar del momento.

Los tres valientes cargamos furiosamente a por los entes, que sorprendidos, reaccionaron mal, y entre las carcajadas ruidosas de Silinde mientras los derrotaba de dos en dos y duros golpes de Reyven, fueron totalmente derrotados.

-Todo en orden –dijo Reyven, orgulloso de su fuerte brazo.
-Uff... Chicos –djie- Estoy bien.
-¡Gelmir! –exclamó Stangckle, que no podía ocultar la alegría.
-Deberíamos irnos –dije, apresurado, aunque sonriendo al grupo.
-Estoy de acuerdo –dijo Reyven- Salgamos.
-Cojamos el agujero –le comentó Silinde a Reyven.
-Un segundo –intervino Lucy- ¿quiénes son ellos?
-No hay tiempo, yo tampoco lo sé –le dije- ¡Vámonos!
-Eh... Salgamos –dijo Bianca.

Lucy, Bianca y Stangckle, también su biocabra fueron sanados por Silinde, y empezamos a correr para encontrar “el agujero” que decía Silinde. Llegamos a un pasillo que tenía una parte de la pared rota, de la cual se podía ver una gran sala inferior, y en la cual había una muchedumbre de entes en formación, caminando todos hacia la misma dirección y al unísono, haciendo un estruendo ensordecedor por cada paso que hacían.

-¡Mirad! –dije a los demás- ¡Son miles!
-¡Vámonos! –me dijo Reyven, apresurado.
-Parece que marchen... –comenté, siguiendo quieto.

Reyven me cogió de la capa, en señal de que no había tiempo para mirar. Era evidente que los entes marchaban hacia fuera, para destruir y matar a todo lo que encontraran alrededor. Había empezado la guerra. Seguimos corriendo y subiendo escaleras.

-Hum... Estamos en la primera planta –observó Reyven.
-Por Odín, siento tantos pasos que parece un estridente ruido de una máquina gigante... –dije, con ganas de abandonar el maldito lugar, y imaginándome lo que ocurriría de ahora en adelante con los entes.
-¡Al este! –dijo Silinde.

Reyven se adelantó.

-¿A qué esperais? ¡Seguidme!
-Esperad... –dijo Silinde.

Silinde abrió una bolsa que llevaba escondida por la capa, de la cual tomó un objeto que arrojó a una pared a media distancia y hizo que esta estallara en mil pedazos, abriendo un camino hacia arriba.

-Eh... –murmuró Lord Reyven.
-Ala, salida –dijo Silinde, satisfecho de lo que había hecho.
-Bueno... –dijo Reyven.
-¡Vamos pues! –grité.

Entramos por el nuevo “agujero” que había hecho Silinde y salimos fuera, justamente en los jardines de la sede Rekenber. Se podía ver toda la ciudad, y en los suburbios humo y polvo en un punto concreto, donde estaba la entrada al laboratorio.

-No entramos por aquí, ¿verdad? –dijo Silinde, burlón- ¡Asd!
-Da igual, lo importante es que estamos fuera –concluyó Reyven.
-Mi-mirad... –dijo Stan, observando el humo que provenía del laboratorio, indicando que la ciudad estaba siendo asediada por los entes.
-Maldita sea... –murmuró Reyven.
-Los entes... ¡Han salido! –dije, tenso al ver que mis horrores se habían cumplido- Como dijo Seyren...

Reyven miró a Silinde con cara de mal humor.

-Silinde, tú y tus agujeritos...
-¡Asd, fíjate que han salido por la puerta, no por mi agujero! –dijo Silinde, seguido de un gruñido.
-Estoy muy agotado... –dije- pero hay que movernos rápido- Oh por Odín, hay que evacuar a la gente que se pueda. Vamos.

Empezamos a gritar por las calles, alertando a la gente, que al principio no nos creía, aunque al enseñarles la humareda empezaron a ponerse nerviosos, y a huir de la ciudad rápidamente. Asimismo, los soldados de la ciudad marchaban hacia el lugar, temerosos pero listos para dar sus vidas en la pelea. Aunque no todos podrían salvados... Parecía demasiado tarde. Los entes estaban cubriendo todos los suburbios, masacrando a toda persona que encontraban. Los gritos podían oírse por toda la ciudad.

-Y pensar que por salvar mi vida se están sacrificando tantas... –dijo Lucy, observando todo el panorama.
-Te equivocas –le dije, consolador- Esto ya estaba planeado, Seyren ya iba a atacar hoy...
-Oh... –exclamó Lucy, sorpendida y asustada.

Los entes se acercaban cada vez más, amenazando con atacar la otra parte de la ciudad.

-¡Mejor huir! –gritó Stangckle al grupo.
-Bueno, tenemos compañía, -dijo Reyven- ¿Qué hacemos, gente?
-Sería mejor teleportarnos... –sugirió Silinde.
-¡Huyamos! ¡Esta pelea está totalmente perdida! –inquirió Stangckle.
-De acuerdo –culminó Reyven.

Stangckle nos dio alas de teletransporte, sin embargo al agitarlas estas no funcionaron, y flotaron en el aire sin poder alguno.

-Las alas no funcionan... –dije- Debe de haberlo saboteado Seyren...
-El momento perfecto para que se estropeen –dijo Reyven.
-¡Que mas da! –exclamé- ¿Reyven, tienes peco peco?
-Sí.
-Paladín, ¿tu también?
-Sí.
-Llevemos a quien podamos con ellos –dije.

Reyven silbó, y en unos instantes aparecieron dos peco pecos cubiertos de armadura hasta los dientes.

-El mío no sé donde anda... –comenté- Lucy, Bianca... ¿tenéis...?
-Nosotros no trajimos peco peco, ¿recuerdas Gelmir? –se apresuró a decir Lucy.
-No importa –añadió Reyven.
-Gelmir, sube –dijo Silinde, que me montó a su gran peco peco.

Lucy también se montó en el peco de Silinde, y Bianca con Reyven. Stan optó por subirse a su gran biocabra.

-Yo iré delante abriendo paso –dijo Reyven, con una mano en las riendas y la otra en su espadón.
-¡Vamos! –gritamos todos al unísono, excepto Silinde.
-Asdasdasdasdasdasd, vale, jefe –dijo.
-Rápido –dijo Reyven.

Avanzamos hasta casi salir de la ciudad, que se había convertido en un caos de gente huyendo y corriendo por todos lados, mientras algunos entes escapados mataban a el primero que veían. Reyven nos abría paso matando a todos los que se querían cruzar, junto con Bianca.

-¡Me cago en Lighthalzen y quien lo creó! –gritó Silinde, enfadado, mientras yo empezaba a pensar que este paladín era muy mal hablado.

Al fin encontramos las puertas de la ciudad, alejadas de la batalla, y avanzamos hacia el bosque del norte de la ciudad, donde había una pequeña laguna.

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #37 en: 13 de Octubre de 2008, 16:34:10 pm »
uooo estas vivo

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #38 en: 15 de Noviembre de 2008, 16:53:45 pm »
CAPÍTULO 18: LA ELEGIDA

Exhaustos como estábamos, dejamos nuestras monturas y nos sentamos, alejados ya de la horrenda batalla y seguros del peligro por el momento.

-Bueno... –dijo Reyven, con un suspiro.
-Parece que ya estamos a salvo –completé.
-Sí.
-¡Por fin...! –exclamó Stan.
-Ya era hora –dijo Bianca, con cara de cansancio.
-Mucha gente morirá, pero hemos conseguido salvar a muchos... –expliqué- Me pregunto qué ocurrirá ahora...
-Mejor dejémoslo... –sugirió Stangckle- Por el momento.
-El pelomocho tiene razón –conjeturó Silinde, como siempre en su sentido burlón. Al oír esto, Reyven le golpeó con su espada enfundada en el estómago, cosa que me hizo traer malos recuerdos de la vez que Bianca me lo hizo a mí. Ella también lo hizo porque me miró de reojo medio riendo.
-¡Ay! ¡No te lo dije a ti!
-Pero no debes faltar al respeto, Silinde. Bueno, nos presentamos –dijo Reyven- Mi nombre es Reyven.
-Yo soy... Silinde... –dijo Silinde.
-¿Silinde? ¿Pero qué? –exclamé, escudriñando en mis recuerdos.
-Apellidos... uno solo –continuó- y empieza por “W”.
-Yo no sé mi apellido –dijo Reyven.
-Quien lo adivine, escudazo en la cabeza –dijo Silinde, repelente.
-¿Qué? –exclamé, levantándome y acercándome a él- Her... Her... ¡Hermano! ¡Soy tu hermano! ¡Gelmir Windsor, hijo de Seyren!

El paladín se levantó y me sacó la lengua, como si hubiera esperado a que yo mismo lo descubriera, y luego nos estrechamos en un entrañable abrazo.

-Ya decía que esa espada me sonaba de algo... –comentó Reyven, mirando mi hoja de pura esmeralda.
-Bueno, como dije yo soy Gelmir, Señor de Caballeros sin rango militar, pero con una gran misión a mis espaldas. Porto la tierra –dije, mientras me reverenciaba.
-Yo soy Lucy, portadora del elemento fuego –dijo, y me imitó con otra reverencia- Y actualmente estoy consumiendo una vida extra a la que se me dio, es decir, estoy muerta.
-Incrédulo –citó Silinde.
-Yo no hace falta que me presente –dijo Bianca, haciendo un paso al frente.
-¡Bianca! –le grité, amonestándola.
-¡Lata con patas! –masculló Silinde.

Bianca le lanzó una mirada inquisidora a Silinde al oír esto, tan inquisidora que calló al orgullo de mi hermano.

-Tú no te has visto, saco de chatarra –le dijo la Paladina.
-Madre mía... –murmuré.
-Yo soy Stangckle –dijo, cortante- Creador, maestro de la vida, portador del agua. Esta es mi Biocabra, uno de mis homúnculos –señaló a su criatura- no le temáis, no hace daño a amigos –dijo, riendo, mientras la criatura dormía apaciblemente.
-Pensaba que los creadores sólo podían tener un homúnculo porque este se enlaza a la vida de su amo... –comentó Reyven.
-Es que yo soy especial... –contestó- relacionado con mi elemento...
-Ya veo –dijo- agua creadora de vida. Por eso puedes enlazar más de una vida, ¿me equivoco?
-Eso entre otras cosas. Me llevó tiempo investigarme a mí mismo, jeje.
-Qué interesante... –dijo Silinde.
-¡Al fin encontré a mi hermano perdido! –dije, volviendo a destacar mi alegría- pero... me sorprende que me hayas encontrado, y antes me llamaste por mi nombre. Ya sabías de mí.
-Fui  la tumba de padre –explicó- El me ordenó que te buscara   , y también me dio la localización de madre. Estuvo investigando y la encontró.
-¡Ah! –exclamé, emocionado- ¿Y dónde se encuentra?
-En el templucho de Odín.
-¿El... templo de Odín? ¿Pero está bien? Ese lugar está prohibido para los humanos...
-Tranquilízate, está bien, se las apaña allí. Se ve que se protege de los monstruos fácilmente.
-Ya veo... eso me alegra, ¡Podremos ir a verla!
-Ejem –cortó Stangkcle, mostrándome su nueva espada, la Muramasa de Agua. Entendí al instante lo que quería decirme, así que volví la mirada a Lucy.
-Lucy, llega el momento –le dije- es idóneo, ahora que encontramos tranquilidad.
-¿Qué haceis? ¡No! –cortó Reyven- ¡Aquí no podéis hacerlo!
-¿Qué? –exclamé, sorprendido.

Reyven se interpuso entre Lucy y yo, como queriendo impedir algo. Lo tomé como por un malentendido.

-... Reyven, no vamos a besarnos ni nada,... –dije- debe resucitar, no es eso.

Algunos del grupo estallaron a reír, el mismo Reyven incluso.
-¿Cómo vais a unir los cuatro elementos en un sitio tan poco equilibrado elementalmente? –dijo Reyven.
-¿Cómo sabes eso? –le pregunté.
-Ehmm... esto... simplemente lo sé –contestó.
-Tiene razón –aportó Stangckle- Mirad, aquí hay agua –señaló a la laguna- , y tierra –señaló al suelo- Lógicamente, hay aire –levantó los brazos, como si quisiera palparlo- Falta fuego.
-Entiendo –dijo Reyven.
-¡Quemad algo! –sugirió Silinde.
-Una simple hoguera no bastará –contradije- Estoy seguro.
-¿Y el árbol Yggdrasil? –dijo Lucy- Allí tuvo lugar la batalla entre Gelmir y Morgelmir, y mi Muramasa hizo arder su corteza. Las quemaduras de mi espada son eternas... por donde no roza el agua Yggdrasil. Además, corre una brisa vital, y hay agua y tierra.
-Sería un lugar excelente, Lucy –dije- pero me temo que está demasiado lejos, y no podemos teletransportarnos...
-Puede ser un buen lugar... –dijo Stan- Pero se me ocurre algo mejor, y rápido. Hay que optar por lo que tengamos más fácil.

Parecía que Stan había tenido otra de sus geniales ideas.

-Lucy, coge esto –dijo, y le lanzó una botella.
-¿Hum? –saltó, mentras la atrapaba.
-Hazle un ligero golpe –prosiguió Stan.
-¿Cómo?
-Que no se rompa, hazlo con cuidadito.
-Bien.

Tocó la botella con su espada apenas, y la botella empezó a iluminarse.

-Déjame... –dijo Stan mientras cogía la botella de sus manos- Veamos... Con esta solución, y con el fuego de Lucy, tan puro y fuerte... Podremos hacer un fuego grande y poderoso. Lo suficiente para ser un gran símbolo.
-Hmm... Gran idea Stangckle, aunque démonos prisa. Los entes vendrán pronto a por más, aunque siento la refriega todavía en la ciudad en sí.
-De acuerdo, pero hay algo más –continuó Stan- Gelmir, utiliza tu poder en la tierra, para purificarla.
-Está bien.
-Bianca, ya sabes que debes hacer –le dijo a la Paladina.
-Sí –contestó.

Ésta levanto su espada, y una suave brisa empezó a correr. Yo me concentré en la tierra, la cual empezó a hacerse fértil, incluso las plantas crecían aceleradamente.
 
-Queridos árboles, creced...

En unos minutos el viento soplaba poderoso, había una gran área de césped donde había fertilizado la tierra y el agua brillaba, y estaba muy clara.

-Venga, ahora usa tu fuego Stan –dijo Reyven.

Stan lanzó la botella en el lugar que habíamos dejado vacío en un lado, del cual salió una gran llamarada de color morado.

-¡Lo conseguimos! –exclamé.
-Recomiendo que los ajenos a este ritual se alejen –advirtió Stan. Al instante Reyven y mi hermano se pusieron unos siete metros alejados- Vale, cada uno a su elemento.

Los cuatro nos pusimos en el elemento que cada uno nos tocaba. Es decir, Lucy estaba en el centro de la llama, sin inmutarse. Bianca flotaba en el aire con la espada en alto. Stangckle puso sus pies en el agua y caminaba sobre ella, sin hundirse. Y yo simplemente pisaba la tierra.

-Por Odín... menudo espectáculo –dijo Reyven, contemplando nuestras figuras concentradas.
-Repetid mis palabras –dijo Stan- Gaia Invoc...
-¡GAIA INVOC!
-Aqua invoc...
-¡AQUA INVOC!
-Pyro invoc...
-¡PYRO INVOC!
-Abenos invoc....
-¡ABENOS INVOC!
-¡Pia avora, scata oura lamad. Oreta a vita, a menti caida!

Los elementos empezaron a hacerse mas fuertes, agua arremolinándose, viento arrasador, llamas gigantescas y tierra temblante. Lucy flotó como por magia hacia el centro del lugar, donde todos elementos se fusionaban, y a los pocos instantes, un rayo del cielo impactó sobre su cuerpo, iluminándolo y cegándonos a todos con esa luz.

-¿Ah? ¿Esto esta en el ritual, Stangckle? –exclamé, preocupado por ella.
-Sí.
-Espero que salga bien...
-Saldrá bien... no te preocupes, amigo –me dijo, confiado.

La luz cesó, y recobré la vista. Ahí estaba su cuerpo en el suelo, inerte, como si estuviera muerta. Corrí hacia ella.

-Fijaos, aquí está. Pero... No parece...
-Ah... –murmuró Lucy, dándome gran esperanza- Hmm... que... que ha pasado...

Abrió los ojos, lo primero que vio fue mi cara de sorpresa.

-¡Oh! –exclamé, mientras la cogía de la mano- Lucy, completamos el ritual...
-¿En serio?
-Sí... ya está... –dije, con lágrimas en los ojos.

Lucy se levantó eufórica, con los brazos en alto, y una fuerte brisa le corrió alrededor en ese momento.

-Cómo ha... –murmuró Bianca.

Lucy se miró, sorprendida. Luego me dirigió una mirada tierna.

-Ya está... Lucy –dije, sonriéndole cariñosamente.

La brisa se detuvo, parecía como si hubiera sido convocada artificialmente.

-¿He hecho yo eso? –dijo Lucy, incrédula.
-Será un golpe de viento me imagino –le contesté- Mírate Lucy, ya estás viva...
-¡¡Sí!! –gritó.

Me levanté y le hice un gran abrazo, estábamos rojos de alegría.

-Al fin... Nunca me alegré tanto de verte... –dije.
-Bueeeno... pues... ais... me siento rara –me dijo.

“Aquí hay gatito encerrado” pensó Stan. Desde luego, era muy extraño, parecía que Lucy había invocado aquella brisa. Ahora que se fijaba, Lucy tenía algo de diferente... Mientras tanto me fijé en que mi hermano estaba roque.

-Vaya... hermanito. Estará agotado –comenté- Yo más... estoy como un papelito arrugado.
-Ahora explicadme una cosa –dijo Stan- ¿Qué pasó con Seyren?
-Seyren me ha hablado de muchas cosas –dije, y les expliqué a todos rápidamente todo lo que me pasó allí con Seyren, sus planes, y  qué pensaba hacer con mi sangre.
-Entiendo... –dijo Stan.
-Pero hoy es un día feliz para mí. Lucy ha vuelto, y encontré a mi hermano... Sé que arriba padre nos está viendo y creo que sonríe –alcé una mirada al cielo, alegre- Sin embargo... –dirigí la mirada esta vez a una caótica Lighthalzen- La muerte... ya sabéis que se propone Seyren... Ya ha derramado sangre, derramará más... Este lugar ya no es nada seguro... hay que huir de aquí... Pero estoy realmente exhausto. He perdido sangre, luchado durante horas, y las pocas energías que tenía las usé para resucitar a Lucy...

Todos asintieron, excepto Silinde, que seguía dormido, al lado de la cabra de Stan. Lucy volvió a mirarse, extraña.

-Mi armadura ha cambiado... –dijo- ¡Es de plata!

En efecto así era. Algo más que una resurrección tuvo lugar ahí.

-¿Qué dices? –dije, mirándola de arriba abajo- Vaya, pues es verdad... Parece que las valkirias hicieron algo sobre ti... Algo especial...
-Interesante... –murmuró Stan, con los brazos cruzados.

Lucy se agarró de la tela de su minifalda de tablas, observándola.

-Hasta el tejido... el hilo... es de plata... –explicó, mientras lo apretaba con los dedos.
-Qué cosas tan raras –dije, tocando también ese tejido extraño- Desde la espada de esmeralda, no vi nada tan raro...
-Perdonad la interrupción tortolitos, pero... –dijo Bianca- Lucy, ¿no notas algo raro en tu energía?
-¿Yo?
-Sí.
-Pues... ahora que lo dices... –murmuró.
-Chasca los dedos pensando en Gelmir –le dijo.
-¿Pensando en Gelmir? –preguntó, con sorpresa.
-Sí.

Miré a Bianca, bastante extrañado y sorprendido. Lucy estaba igual. Alzó la mano y cerró los ojos. Chascó el dedo y enseguida sentí una fuerza en la tierra.

-Qué extraño... no salieron llamas. ¿He perdido los poderes? –dijo Lucy.
-Noto algo raro en la tierra... ¡Wah! –grité, porque sentí un estremecimiento en la tierra. Décimas de segundo después una gran roca afilada emergió del suelo a gran velocidad- ¡A eso me refería!
-¿Gelmir? –dijo Lucy.
-Lucy... eso no lo hice yo –comenté.
-¿Qué?-dijo- Debes estar de broma.
-Lo has hecho tú –confirmé.
-Vaya... ¡Tengo mucho que investigar sobre esto! –declaró Stan, ilusionado.
-Ahora, piensa en Stangckle –dijo Bianca- Y chasca los dedos de nuevo.

Así, cerró los ojos, concentrada y volvió a hacer “clic” con los dedos. No ocurrió nada. Lucy adoptó una expresión extrañada, como si esperara ver algo nuevo.

-Ahora métete en el agua –prosiguió la Paladina.
-¿Qué? –contestó Lucy.
-Hazlo.
-Está bien...
-No te preocupes por el agua... –dijo Stan- Está...

Antes de que pudiera terminar la frase, Lucy ya tenía los dos pies en el agua. Sorprendentemente, ésta no se hundía, si no que caminaba sobre su superficie igual como hizo Stangckle anteriormente. Reyven estaba sin palabras.

-¡Es una aberración! –exclamó Stan, incrédulo.
-Increíble –dije.
-Lo que me imaginaba –terció Bianca.
-Lucy... parece que tienes algo nuevo, especial –le expliqué.
-Apuesto a que también puedes fusionar tu elemento con el de algún portador –dijo Bianca- Cógele la mano a Gelmir un momento.

Al oír eso me vino un escalofrío. Me puse rojo y le extendí la mano. Ella parecía que estaba un poco extrañada y nerviosa. Tomó mi mano y miró al frente.

-Pensad ambos en el otro –dijo.

-Vamos, Gelmir –me dijo Lucy.

Cerramos los ojos y empecé a concentrarme en Lucy, y su poder de fuego. Alcé mi otra mano mientras sentía en mí fluir mi poder, y violentamente la extendí hacia el frente. Sentí un estremecimiento, al abrir los ojos, a dos pasos de nosotros había otra punta de tierra pero ésta estaba ardiendo al rojo vivo. Solté la mano.

-Qué increíble... –aportó Stan.
-Esto nos será útil... –dijo Bianca.
-Hmm...
-Nuevos poderes, Lucy.
-¡Investigaré sobre esto! –exclamó Stan.
-Impresionante... pero... me extraña una cosa –dijo Lucy, acercándose a Bianca- Bianca. ¿Me podrías explicar a qué se debe tu gran conocimiento sobre los elementos?
-Es cierto... –dije.
-Verdad –confirmó Stangckle.
-Sabes lo que no viene escrito –continuó Lucy- es más, incluso me sorprende algo. Abriste el templo de los Sabios de Yuno, donde está el libro de Ymir. Abriste otra sala para entrenar a Gelmir. Dicha sala llevaba 136 años sin ser abierta. Y sólo puede ser abierta por alguien que ya la haya abierto en un pasado, y que sea heredera de la sangre de los sabios que sellaron aquel templo... Hay mucho de ti que desconocemos, Bianca.
-Es muy cierto –dije, mientras recordaba mis agotadores días de entrenamiento en esa sala, cosa que poco he citado anteriormente en su momento.
-Sí, bueno... –dijo Bianca, mirando al suelo distraída.
-Bianca, tú tienes algo... –se apresuró a decir Stan.
-Chicos, siento interrumpir –dije, costernado- Mirad Lighthalzen.

Aquello ya no era Lighthalzen. La gran mayoría de los edificios estaban quemados y medio destruidos, y nada quedaba de la preciosa ciudad. Es más, había un gran cráter donde antes estaba la corporación Rekenber, y algunas zonas de la ciudad se podían ver teñidas de rojo, rojo de sangre de gente masacrada. Una visión horrible. Pero peor aún sería si nos quedábamos ahí mucho tiempo más. Correríamos la misma suerte que la de los que no pudieron huir.

-Oh, por todos los dioses... –exclamó Lucy.
-Ha muerto mucha gente... –obsevé- mucha... ¿El viento no te trae muerte, no lo sientes, Bianca? La tierra sí...
-Hace rato ya que lo siento.
-Kiel... –murmuró Stangckle, sin que llegáramos a oírlo, por qué recordó que al pasar por su mansión cuando evacuábamos a quien podíamos, no lo encontrábamos en su casa- Muerto...
-Es desolador... pero hay algo peor –advertí- Los entes ya tienen casi toda la ciudad.
-Yo creo que podríais resolver las dudas más tarde –inquirió Reyven.
-Es cierto –dijo Lucy- ¿Adónde deberíamos ir?
-Donde no vayan entes –contesté- Evitemos las ciudades. Si Seyren quiere matar gente, irá a ciudades. Mirad. Al oeste, el estado de Arunafeltz, al este, la ciudad de Einbroch. Al norte no hay muchas villas. Sugiero que vayamos ahí. No vive casi nadie, comparado con sendos lugares.
-De acuerdo –dijo Lucy- Marchemos.
-Reyven... ¿te importaría que me llevase tu peco? –dije- Estoy demasiado exhausto.
-No hay problema.

La idea de caminar un trecho más, o correrlo, me parecía desalentadora, ya no podía dar un paso más. Me sentía tan debilitado que parecía que si me durmiera, no despertaría jamás. Así marchamos, con mi hermano y yo de paquetes, hacia el norte, en busca de un lugar donde guarecernos. Giré la mirada, una mirad triste hacia Lighthalzen.

-Os vengaremos, lo prometo...

Al final llegamos a las tierras que limitan con Arunafeltz, el estado papal. En los altos del norte encontramos una cueva natural lo suficientemente profunda para alojarnos a todos, tras horas de búsqueda.

-Este lugar es alejado, creo que aquí no nos verán –comentó Stan.
-No sé yo... –dije.
-Deberíamos dormir –declaró- Estáis exhaustos.
-A mí hace rato que me ruge el estómago, también tengo hambre –dije.
-No hay problema, haremos un bocado –dijo Stan, y pudo ver muchas caras de alegría al oír eso.
-Pero, ¿no deberíamos hacer guardia alguno? –expliqué- Mientras dormimos, claro. ¿No?
-Yo mismo –dijo Reyven- Los portadores sois vosotros, yo sólo soy un peón. Y Silinde dudo que pueda vigilar mucho con ese sueño...
-Tengo una idea mejor –contradijo Stan- Dejemos que lo haga Lif.
-¿Lif? –pregunté.
-Es otro homúnculo mío –comentó- Lif es fuerte, y obediente. Seguro que nos ayuda. Bueno, biocabra, descansa por hoy...

La biocabra vino hacia Stangckle. Él murmuró unas palabras tocándola con la mano, y tras un destello ya no era una cabra, sino una especie de humanoide con cuerpo de mujer, con un pelo como si fuera de hojas otoñales, toda teñida de rojo.

-¡Nyaa! –gimió la criatura.
-¡Qué mona! –exclamó Lucy.
-Lo malo es que cuando invoco a uno, tengo que sacar al otro. Lif, ¿me haces un favor?

La criatura asintió, sonriente.

-Estamos muy cansados y necesitamos dormir, pero hay peligros afuera –explicó Stan- ¿Podrías hacer guardia y avisar por si viene alguien?
-¡Nyaaaa! –exclamó, entendiendo todo lo que decía y asintiendo, de nuevo con sonrisa. Todo seguido, marchó hacia fuera.
-Vaya, que cosas... –comenté.
-Prepararé comida para todos –dijo Stan.

En unos minutos Stangckle había preparado una exquisita ensalada variada para seis personas.

-Id empezando, voy a dar de comer a Lif –dijo Stan, radiante.
-Stan es un cocinero nato, ¿Nunca os lo dije?
-Ya se nota –dijo Lucy, saboreando un trozo de lechuga.

Así, tuvimos una cena todos (menos Silinde, que seguía dormido).

-Jojojo, ¡hay que ver que comidas Stan! –comenté.
-Un grupo no es un grupo sin un buen cocinero –dijo.

Todos reímos.

-Bien... deberíamos descansar... –dijo Lucy.
-Creo que hoy ha sido un día muy duro... –dije- Mañana decidiremos qué hacer...

Lucy y yo nos retiramos a una parte más profunda de la cueva, donde anteriormente pusimos un par de mantas. Nos sentamos y nos turnamos para ponernos ropa más ligera.

-Fíjate, Gelmir –me dijo mi compañera- ¿no anda muy pensativa hoy Bianca?
-Quizás sí. Tiene la cabeza llena de cosas.
-Aún sigo pensando que Bianca nos esconde algo...
-Es posible –le contesté- tiene algo que no me cuadra. Bueno, cielo, a dormir.
-Lucy, por favor, al menos mientras estemos en esta misión.
-Bueno, como quieras –dije, con el rostro sonrojado- Por cierto, ¿cómo te encuentras?
-Pues... me siento... rarísima. Puedo notar vuestros pasos, y no tengo ni frío ni calor.
-Lo imagino, mira, ¿puedes sentir miles de pasos a lo lejos... todos iguales?
-Omm...
-Concéntrate. Son los entes, ahora parece que marchan, es un poco tortura sentidos todos a la vez, con su paso igual, y rítmico.
-Sí, es verdad –dijo.
-Qué cansado estoy, Lucy... Pero estoy feliz, lo conseguimos... y parte de mi misión ya está terminada... –le comenté, mientras me metía en el saco de dormir.
-En fin, durmamos –dijo, mientras me imitaba.
-Sí, Lucy. Buenas noches.
-Hasta mañana...

La miré fijamente y le guiñé el ojo. Me devolvió el guiño y cerró los ojuelos.

-Dulces sueños... –dije, y me dormí a los pocos instantes.

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #39 en: 18 de Noviembre de 2008, 19:58:50 pm »
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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #40 en: 19 de Noviembre de 2008, 19:35:55 pm »
CAPÍTULO 19: CAMINO A LA TIERRA NATAL: REVELACIONES

Amaneció, y Lucy empezaba a despertarse mientras yo seguía dormido porque estaba cansado del día anterior. Se levantó y se vistió con calma, mientras me observaba dormir.

-Hu… hum. Aún duerme… lo dejaré dormir un poco más –dijo para sí, mientras caminaba hacia la otra parte de la cueva.
-¡Jovenzuela! –gritó Stan desde esa parte. Lucy llegó y vio que todo el grupo estaba sentado, comiendo y charlando a voz baja, mientras la biocabra de Stangckle caminaba animosamente de un lado a otro.
-Shh... No grites, merluzo –le respondió, y se sorprendió un poco al ver a todo el mundo despierto- Esto… ho… hola.
-HAO –vociferó Bianca, que como de costumbre hizo que todo el mundo girara la vista en ella, con cara de extrañados- ¿Qué? –dijo, y les miró con cara de mal humor.
-Malos días –dijo Silinde, con una sonrisa.
-Silinde tiene un sentido del humor muy agudo –comentó Stan, riendo.
-Gelmir aún duerme –explicó Lucy.
-No lo despiertes –le dijo- Quien lo moleste se lleva una coz de la biocabra. Pensad que lo ha pasado muy mal y su cuerpo está resentido, sus energías tienen que equilibrarse.
-Bueno, ¿qué hay planeado ahora? –preguntó la Lady- El grupo se ha hecho considerablemente grande.
-¿Plan? –dijo Silinde- Habla eso cuando el bicho esté despierto.
-Deberíamos planteárnoslo para ganar tiempo –sugirió Lucy.
-Razón tiene –dijo Stan.
-Es que sinceramente… no sé que hacer –dijo Silinde.

Reyven se acercó a Silinde, y le susurró algo al oído.

-Ah, sí… es verdad Reyven –dijo- Mi padre dijo que fuéramos a visitar a mi madre.
-Silinde… comprendo que quieras ir a visitar a tu madre, pero creo que no nos hará nada en nuestra misión –dijo Stan.
-Calla “pelomocho” –gruñó mi hermano- Déjame terminar.
-¡Silencio! –vociferó Bianca, con una voz imponente- comportaros, de una vez.
-Mi padre dijo –continuó Silinde, agitando su soberbia lanza- que mi madre nos daría información vital. Creo que nos hace falta, ella sabe muchas cosas que nos ayudarán… Está en el Templo de Odín.


Todos callaron, pensativos, unos instantes.

-Pero Silinde –dijo Lucy- Ese templo es tierra de dioses. Un humano no puede… -se paró, porque se fijó atónita en la lanza de Silinde- esa… esa lanza…
-¿Qué pasa con mi palillo?
-Mi lanza brilla a su lado –dijo Lucy, enseñando su Muramasa convertida en lanza, que brillaba intensa en reacción al arma de Silinde. La Muramasa sólo brilla en contacto con otra Muramasa. Es extraño.
-¿Bonito eh? –comentó Silinde- Es un arma especial, ya os lo contaré algún dia.
-Uaaaaaaahh.
-¿Um? –dijo Lucy, mientras miraba atrás. Era yo, desperezándome.
-Que se cuece por aquí… -dije, mientras movía la cabeza de un lado al otro- Buenos días, Lucy –le sonreí- Buenos días chicos.
-Siéntate, come algo –dijo Stan.

Le obedecí y me senté entre mi hermano y Stan.

-Hermanucho, hemos pensado irnos al templo de Odín, a ver a la madre que nos…
-Hermano, -le corté- me parece buena idea. Pero… ¿qué vocabulario es ese?

Mi hermano empezó a reír a carcajadas. Desayuné tranquilo mientras los demás hablaban y me levanté.

-Salgo afuera un rato… -dije- Quiero averiguar algo.

Salí y me concentré en la tierra, para intentar averiguar algo de los entes, si estaban cerca.

-¿Qué haces, Gelmir? –dijo Lucy, que había salido a verme.
-¡Ah! Lucy, me has asustado. Estoy contactándome con la tierra, para saber donde han ido esos sin vida… Pero no hay ni rastro, parece como si se hubieran desvanecido. Creo que han ido muy lejos, por eso no los siento. Tampoco siento mucha forma de vida humana… aparte de nosotros.
-…
-¿Entiendes, verdad?
-Sí –asintió.
-Ha empezado una guerra, Lucy. Y me temo que somos los únicos que podemos hacer algo… -desenvainé la espada de esmeralda- Quiero conocer más sobre esta espada. Fíjate en ella. ¿Todas estas runas no tendrán significado?
-Puede ser.
-Debe de haber algún poder oculto en ellas. Además, brilla de diferentes colores… ¡Siempre! Ahora brilla en color verde. Ayer contra Seyren en rojo… Otras veces en azul, o en amarillo. Qué misterios… Oye, Lucy. ¿Por qué vamos a ver a mi madre? Sé que quiero verla, pero no se si nos servirá de mucho en nuestra lucha contra Seyren.
-Según tu hermano ella nos dará información. Toda información es útil.
-Eso no lo sabía yo… Hmm quizás sepa algo de la espada –dije- Tengo la ligera impresión de que seremos héroes o algo así, jeje. En mi camino me he vuelto muy fuerte, pero muy fuerte. Nada que ver con lo que era al empezar. Tú también.
-Yo también –dijo.
-Ya no hay miedo en ti a empuñar tu espada. Has cambiado mucho… a mejor, hace falta añadir. Nunca imaginé que serías Lady Knight.
-Oye… -dijo, mosqueada por mi último comentario.
-Quiero decir, nunca te imaginé con estas ropas –corregí- Siempre tuve en mente que el día llegaría –miré al frente- Estamos en un buen lío, un buen lío. Pero me alegra saber que podremos hacer algo en esta guerra… no sé como, pero detendremos a ese miserable para vengar a padre. Sí –la cogí de la mano con ambas mías, y la miré a los ojos- Nunca te rindas, tienes que ser fuerte… Ten siempre presente que en tus hombros carga una gran responsabilidad. Pero lo conseguiremos, siempre con esperanza.
-Sí –dijo, con una sonrisa de satisfacción y segura- Bueno, deberíamos partir. No tenemos una tregua demasiado larga.
-Es verdad, pues… vamos.

Se encaminó hacia adentro, pero la detuve con la mano.

-Ah… Lucy.
-¿Sí?
-No me vuelvas a abandonar, ¿vale?
-Lo intentaré.

Así, fuimos adentro, recogimos nuestros equipajes, y nos preparamos para partir. Silinde había trazado el plan, así que nos predispusimos a escucharlo.

-Vale, iremos así –dijo- Hoy caminaremos hasta Einbech, y pasaremos la noche en una taberna apartada que conozco, lejos del bullicio del pueblo. Luego, de Einbech a Yuno, aunque no me parece muy bien, pero es parada obligada. No nos interesa que nos vean, es decir, alejarnos de la gente. Como dijo Gelmir, Seyren irá a dónde haya mucha gente. Por eso intentaremos evitar las poblaciones… Ehmm… en Yuno cogeremos lo que nos haga falta, monturas, comida, armas… Lo que sea. Pero sólo en esa parada. Y de ahí a Hugel, y cogeremos un barco de un tipo que yo conozco que nos  traerá a esa isla maldita, Templo de Odín. ¿Está claro?
-Sí, hermano –dije.
-Por mí sí –aprobó Lucy.
 
Los demás asintieron o hicieron gestos de aprobación parecidos, y partimos, caminando por las tierras semidesérticas, que tocan con Arunafeltz en escasos kilómetros. El estado papal de Arunafeltz está al oeste de Lighthalzen, situado en una región totalmente desierta, pero puede albergar a mucha gente debido a la gran cantidad de oasis. Nosotros nos dirigíamos al este, camino a Einbroch y Einbech, ambas poblaciones están casi pegadas la una con la otra y comunicadas por tren, con una diferencia. Einbroch es lugar de ricos, ciudad llena de humo y polución. Y Einbech es un pueblo minero, habita gente más pobre y todos los mineros. Lógicamente Einbech es el lugar menos poblado, así que era el lugar perfecto para pasar la noche.
A medida que íbamos avanzando, las tierras se volvían más llanas y con vegetación, la típica de la zona de Einbroch, de otoño, como ya dije. Stan con su biocabra encabezaba el grupo, seguidos de Bianca y Reyven. Lucy iba un poco más atrás, conmigo, y en la cola estaba Silinde, que jugueteaba con su lanza mientras caminaba. Yo no dejaba de mirar el suelo, por si encontraba huellas que denotaran el paso de un ejército. Sin embargo, ya Lighthalzen se hallaba lejos en nuestra vista y no había encontrado nada que pareciera una huella (excepto las nuestras). Me dí por vencido.

-Desde luego, los entes no han pasado por aquí –dije- Ni rastro de huellas. Extraño.
-Es decir… -empezó Stan.
-¿Se dirigen a Rachel? –terminó Silinde.
-Sí, por que sin duda han marchado de Lighthalzen, o al menos muchos. Imagino que otros se habrán quedado allí, estableciendo el lugar como base.
-Así parece… -dijo Stangckle.
-Dejad las papanadas, vamos –ordenó Silinde.
-Eso –dijo Lucy.
-No son papanadas… pero tenéis razón, hay prisa. Vamos.

Apretamos un poco el paso, porque con la charla íbamos más lentos, y el resto nos avanzó bastante trecho.

-Recordad –dijo Stan- No deberíamos pasar por Einbroch.
-Así acordamos –confirmó Silinde.
-La verdad, aunque los entes estén en Arunafeltz o camino, evitemos las ciudades –sugerí- Podemos toparnos igualmente con ellos.
-Me preocupa lo que dijo Seyren… -dijo Stan.
-No le llames así por favor –le dije- llámale “el Seyren”
-Ah... está bien –dijo Stan- Te comprendo, Gelmir.
-Y de qué me sonará ese viejo… -ironizó Silinde, siempre con su retorcido carácter.
-Oye, Silinde.
-¿Qué quieres, hermanucho?
-Un respeto, renacuajo –le dijo Bianca.
-Lata con patas…
-Ya habló el cacharro andante –masculló.
-¡Eh, que no llevo tanta armadura!
-Dejad los pleitos –exclamé, alzando la voz.
-Ya, parad –les dijo Lucy.
-No le hagáis caso –dijo Reyven- ese carácter es normal en él. Aunque a veces se convierte en un mal hábito.
-Desde luego… -murmuró Stan, mientras yo reía.
-¡Qué! –replicó Silinde.

Lucy se le acercó con la vena hinchada y le pegó una colleja con fuerza.

-¡Au! –se quejó Silinde.
-A callar ya, démonos prisa –masculló ella- y centrémonos.
-Rubia… -dijo, y se calló por un buen rato.

Seguimos caminando un trecho, y ya llevaba un buen rato fijándome en la lanza de Silinde.

-Dime hermano… -empecé- esa lanza tuya… ¡me sigue pareciendo muy rara!
-Es verdad –apoyó Stan.
-¿Qué lanza? –ironizó mi hermano.
-La que llevas, inútil. –sentenció Bianca.
-Aaah, ¡jaja! Bueno os lo contaré… Cuando yo era espadachín estaba yo en los bosques de Payon, entrenando y eso. En el campamento siempre había unos tablones de anuncios… Llenos de misiones para aventureros. Y eso que me apunté a una… Trataba de entrar un templo inexplorado. Un templo muy raro, y antiguo. Nadie había entrado antes, por temor. Quise ir, pero llegué tarde y el grupo salió antes. Total, llegué ahí y me encontré con una sorpresa. Les encontré a todos tirados por el suelo.
-M…¿muertos? –murmuró Stan.
-Sii –dijo, alargando mucho la i- entré en el templo, y encontré esta lanza, ahí en un pedestal.
-¿Y qué hiciste? –pregunté.
-Pues la cogí, ¡y me largué corriendo!
-¿Y qué les pasó a esos para morir tan pronto? –pregunté.
-¿Y no la vendiste? Qué raro en algo como tú… -dijo Bianca, y Silinde gruñó en respuesta.
-Emm… creo que alguna criatura extraña guardaba el templo –dijo Silinde- Junto con la lanza. Luego esa criatura se iría del templo, no me la encontré.
-Entonces… esa lanza es un tesoro –opiné- un arma poderosa, me imagino.
-Se trata de nada menos… -explicaba mi hermano- ¡Que la lanza de Odín!
-¿LA LANZA DE ODÍN? –exclamamos todos, al unísono.
-Sí, la lanza de Odín –dijo, tan tranquilo.
-Bueno, la lanza en sí podría encajar con la definición… -comentó Stan- es muy bonita y brilla mucho.
-Y pega cada golpe… -añadió el Paladín.
-Y… ¿esa lanza que poderes tiene? –le pregunté.
-Pues… exactamente no lo sé, pero es muy fuerte –contestó.
-Si estaba custodiada por una criatura tan poderosa –comentó Stangckle- Tendrá que ser algo más que una lanza…
-Si mal no recuerdo, Silinde, si no fuera por mí te la habrían robado más de una vez –puntualizó Reyven.
-Pero Reyven… -dijo- ¡Vale, sí…!
-Me parece que tuviste mucha suerte al no toparte con la criatura –dijo Stan.
-Me hubiera gustado verlo –mofó Bianca, con una sonrisilla en la cara.
-Aaaagh, cacho de lata con patas…
-Paz… paz… -murmuré.
-Chatarra andante… -masculló Bianca.
-Eres un saco de ruidos… -le contestó.
-Chicos… -dijo Stan.
-Mejor hacer ruido hablando que roncando… -siguió Bianca.
-¿Roncando? ¿Quién ronca más? Tu o… -se detuvo.
-¡PARAD YA! –gritó Lucy como nunca antes la había oído, y con la mano en el puño de su espada. Todos quedaron callados, incluso Bianca pareció bajarse los humos.

A partir de ese rato, y durante las horas siguientes, nadie abrió la boca. Ya se podía ver la alta torre de Einbroch, pues estábamos en el puente que conectaba con los llanos de alrededor de la ciudad, que estaba hecho de tablas y cuerdas, y abajo un pronunciado abismo, que bien parecía que desentonaba con los alrededores, llanos y poco accidentados.

-Mirad… -dije, con un tono triste- nos acercamos ya a la ciudad de Einbroch…
-Hermano… -me dijo Silinde, poniéndome la mano en el hombro- Sé que no te gusta esa ciudad…

Pareció que tras el grito de Lucy mi hermano se había vuelto más serio y comprensivo, pero ¿por cuánto tiempo?

-Esperad –advirtió Bianca.
-¿Ocurre algo? –preguntó el Creador.
-El puente, no resistirá todo el peso. Pasemos de uno en uno –contestó.
-Cierto… -comentó Reyven.

Todos silenciaron sus bocas y miraron a Bianca.

-Está bien, ¡está bien! Seré yo la primera. –dijo- Teniendo amigos así…

Hizo unos pasos adelante y emprendió el puente, comprobando sin problema que estaba en perfecto estado.

-¿Todo bien por ahí, Bianca? –le grité desde el otro lado.
-Sí, podéis pasar.

Sin dilación pasamos el puente, y yo observaba distraído la torre y la ciudad llena de polución que teníamos casi delante, con tristeza y nostalgia. Empezaron a venirme imágenes de mi infancia, que no pude reprimir en mí mismo.

-Este lugar es nostálgico para mí –empecé- digamos que aquí me traía mi padrastro a observar el cielo por las noches.
-Gelmir… -susurró Lucy, preocupada y pensando que podría hacer para alegrarme la cara.
-Qué suerte tuviste, hermano –dijo Silinde.
-Echo de menos esos tiempos… -continué, melancólico.
-No te me pongas triste, él no lo querría –dijo Silinde, consolador.
-Silinde, sabes mucho de mis padres y de mi historia pasada –comenté, cambiando rotundamente de tema- ¿A qué se debe?
-Estuvimos mucho tiempo hablando con padre, cuando fui a su tumba. Nos contó todo. Nos observa siempre…
-Es cierto, hermano –asentí.
-A todo esto –dijo Lucy- Bianca… aún no resolviste nuestras dudas.
-¿No estabais hablando del padre de Gelmir? –saltó Bianca.
-Pero… -replicó la Lady- Escondes algo, Bianca. Pronto lo descubriré.
-¿Qué os pasa? –dijo Stan, que había dirigido el resto del grupo bajo un gran árbol teñido de rojo otoñal- Dejaos de bobadas, y venid aquí. ¡Ayudadme a buscar leña!
-¡Yo te ayudo! –dijo, Reyven, dirigiéndose donde él a toda velocidad.
-No, no. ¡Esperad! –interrumpí- Deja la leña, Stan. Lo siento chicos pero no permito que hagáis fuego.
-¿Por qué? –dijo el Creador.
-Fuego igual a humo, viejote –inquirió Silinde.
-Hermano, no seas así –le dije- Pero es verdad, si hacemos fuego haremos mucho humo, nos podrían detectar, y es lo último que querríamos hacer.
-Es cierto… -dijo Reyven- No pensé en el humo.
-Bueno, quería haceros un rico estofado, no importa, sé cocinar platos fríos. ¿Os apetece algo especial? –preguntó Stangckle.

De esa pregunta empezamos a discutir sobre qué deberíamos comer, algo que no importa en nuestra historia ni me apetece citar. Al final Stangckle usó su magia para invocarnos una montaña de peras y manzanas. Todos contentos. Tras la comida o lo que fuera, ya que no era una hora normal para comer un plato, seguimos, pasando por el llano que lleva a Einbroch, delante teníamos la misma puerta sur de la ciudad, pero nosotros nos dirigíamos al pueblo minero de al lado. Sin embargo había un motivo para detenerme:

-Me desviaré del camino un segundo… luego me reúno con vosotros.
-¿Para? –preguntó Lucy.
-Es un momento, viene de paso… visitaré a mi padrastro…
-Vale, pero no te pierdas, ¿eh? –me dijo Silinde.
-Deberíamos ir juntos… -murmuró Lucy.
-Nos viene de paso, dejadme ir –protesté- ¡Tengo que verlo!
-Separarse no es bueno… pero si Gelmir quiere visitar a su difunto padrastro… -pensó en voz alta Stan.
-Dejadme ir, por favor.
-Está bien –aprobó Lucy, que comprendió mis sentimientos.

Así fui, en silencio recé por él y le dediqué un par de minutos de silencio. Tras eso le dejé unas flores, y corriendo volví a reunirme con el grupo. Desde que empezábamos a pasar por estas tierras, una tristeza recorría mi interior en cada momento. Al fin llegamos a Einbech, y mi hermano nos condujo a las afueras del pequeño pueblo, donde se elevaba una posada grande, pero que no destacaba, confusa entre dos colinas.

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #41 en: 04 de Febrero de 2009, 23:50:06 pm »
A ver si sigues posteando los capitulos que hay varios que no has posteado

Spoiler for Hidden:


Por ejemplo si Bianco aparece con sus super firmas animadas, ya sabremos que podría ser un posible finalista o ganador.

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #42 en: 06 de Febrero de 2009, 17:38:35 pm »
Tienes razón bianco, entonces aquí dejo el siguiente ^^

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CAPÍTULO 20: MÁS REVELACIONES

Entramos en la posada, que no era mucho más que eso. Construida en madera al estilo rústico tenía una gran sala con varias mesas, una barra y unas escaleras que subían a las habitaciones. Parecía acogedora y discreta, ideal para nosotros.

-Bueno, no está mal el lugar –comentó Stangckle.
-Buenos días, señores –dijo el posadero, que se había acercado. Tenía avanzada edad, unos ojos resaltotes y estaba ligeramente gordito.
-¿Conrad? –preguntó Stangckle.
-¿Stangckle? –hizo el posadero.
-El mismo.
-Cuánto tiempo…
-Hola, Conrad –le dijo Silinde.
-¡Qué curioso, Silinde! –exclamó Conrad, al ver a los dos conocidos. Echó una mirada a todo el grupo.
-Pasad, pasad, por favor… ¿eh? –su mirada se paró en Bianca- ¡Anda! ¡Si es la legendaria Bianca! Viniste a mi posada hace mucho tiempo –la mujer asintió- Pero yo era joven, y tú aparentabas mi edad. ¿Qué pasa chica, tú no envejeces? ¡Jaja! –dijo, al ver su aspecto de veinte años.

Al oír eso, tanto Lucy como yo nos miramos, ambos sabíamos que algo no encajaba en la edad de Bianca, si Conrad aparentaba los sesenta años más o menos.

-Esto… disculpe que lo interrumpa –saltó Lucy- ¿De cuánto tiempo está hablando usted?
-Treinta años más o menos. Ella tenía la misma apariencia que ahora. No me lo explico… bueno, pasad.
-Me parece que Bianca nos debe… una explicación –dijo Stan.
-Más de una –corrigió Lady Lucy.
-Os lo explicaré dentro… -terminó por decir Bianca, derrotada.
-Sentaos, os prepararemos la cena, ¿bien?
-De acuerdo.

Nos sentamos en una mesa grande, y todos los ojos estaban fijos en Bianca.

-Bueno Bianca… -empezó Stan- Me parece muy extraño que no envejezcas. Si el tabernero dice que hace treinta años que no te ve, y que sigues igual –puso mucho énfasis en esa última palabra- y ahora yo miro, y te veo con cara de veinte años.
Probablemente Silinde habría dicho una de las suyas, pero estaba callado, mirando incrédulo.

-Ya bueno… es que sé cuidarme –farfulló Bianca.
-Bianca, en serio –le dije, mirándola de soslayo- Cuéntanos esto, porque es increíble.
-Vale, está bien, aunque no sé si me creeréis. Bueno… yo en realidad no tengo veintitantos años, tengo más edad y por eso pude abrir el templo en tu entrenamiento, Gelmir…
-Quieres decir… que tienes más de cuarenta años… ¿¡Más de cien!? –exclamé, sorprendido totalmente.
-Soy prácticamente inmortal. Tengo 317 años.

Todos nos quedamos con la boca abierta.

-¿In-mor-tal? –dijo Stan- y cómo puede ser… cómo puedes mantenerte joven…
-No puedo morir, es una maldición que yo misma hice para castigar a una persona, manteniéndola inmortal a ella también, pero sufriendo.
-Inmortal, ¿una maldición? –pregunté, atónito.
-La inmortalidad es uno de los mayores sufrimientos que existen, por no decir el mayor –explicó.
-La inmortalidad ha traído numerosos problemas a la humanidad –comentó Stan- Por conseguirla, se han hecho cosas horribles…
-Literalmente yo puedo morir, lo único que pasa es que no envejezco. Al no envejecer no puedo morir naturalmente. Tengo que ser asesinada o algo por el estilo.
-Entonces si yo te atravesara con tu propia espada, por ejemplo, sí morirías –dije.
-Exacto, y por eso tengo tanto poder, son trescientos años de experiencia.
-Uy madre… -murmuró Stan.
-Debes de vernos muy jóvenes –expliqué.
-Sí –asintió.
-Además, yo fui compañera del antiguo portador del agua –dijo Bianca.
-El que hubo antes que yo –aclaró Stan, que parecía haberlo comprendido todo.
-Entonces Stangckle no es el viejo del grupo –le comentó Reyven a Silinde, que habría dicho otra sandez, pero seguía con la boca abierta.
-Bueno, ya sabéis lo mío –dijo Bianca, sarcástica- contentos, ¿no?
-Una pregunta –requirió Stan- ¿En qué consistió esa maldición? Y es más. Si esa maldición era también para otra persona, ¿quién es? ¿Dónde está?
-La maldición consiste en mantener vivo a mi objetivo. Su cuerpo envejece por dentro pero por fuera no. Es decir, ella está muy débil, al contrario que yo.
-¿Y qué utilizaste para inmortalizaros? –siguió preguntando Stan- Muy pocos objetos en este mundo otorgan eso, y casi todos están malditos.
-Eso es secreto –cortó Bianca, cansada- un secreto de mi familia. El objetivo es una chica, la asesina de mi familia.
-Ehh… dejemos el tema ya, creo –dije- que a Bianca no le gusta hablar de ello.
-… Ya veo –musitó Stan, que se sintió mal por causarle molestia a la Paladina.
-Caballeros y damas –canturreó Conrad, con varios platos en las manos- la cena está lista.

Nos sirvieron un plato de sopa caliente, que apetecía a todos, y luego abundantes fuentes con carne y delicias diversas.

-Ajá, esta posada es pequeña, pero parece que tiene mucha comida –comentó Stangckle- pediré a la cocina, a ver si pueden vendernos algo de comida para seguir nuestro viaje.
-Me parece buena idea –aprobé- ya que no deberíamos bajar al pueblo.
-Escucha, Conrad –le dijo mi hermano- ¿puedes traerme el boletín de la República?
-¿El de hoy?
-¡Pues claro, bobo!
-Trae noticias horribles...
-Silinde… ¿crees que es momento de boletines? –le dijo Lucy, enfadada.
-Quiero ver lo que dicen las noticias de lo que ha ocurrido en Lighthalzen, rubia asesina –le soltó, fastidioso.
-Mocoso… -le maldijo, a poca voz.
-Ya vale –amonesté, mientras Silinde hojeaba el diario.
-Aquí está: … “Masacre en Lighthalzen” La ciudad de Lighthalzen, sede de Rekenber corp.  fue esta noche asediada por unas extrañas criaturas de forma y aspecto humanos, semitransparentes y rebosantes de humo. Miles de estas criaturas han avanzado por la ciudad, aparentemente apareciendo desde el cerrado laboratorio de Somatología. Más de mil personas han sido brutalmente asesinadas.
-Oh, por los dioses… -exclamó Lucy.
-… Aunque afortunadamente un grupo de desconocidos forasteros consiguieron alertar la población…
-Esos somos nosotros –añadió Reyven.
-… y así la mayoría de la gente ha podido ser salvada. Los agentes de la República buscan a esas personas para saber si están involucradas y hacer lo respectivo, según órdenes del juez…
-¿Nos acusan? –exclamó Bianca, maldiciendo por dentro a ese juez.
-… “si son enemigos serán interrogados y ejecutados, pero si son unos héroes recibirán una gran recompensa” ~ Afirma el juez Morrison, encargado de este asunto. Nuestros agentes informarán, aunque de momento no sabemos quién son, ni qué quieren. Al parecer han abandonado la ciudad, en busca de algo. Miles de criaturas, en dirección a Arunafeltz. Los ejércitos serán avisados, y las poblaciones cercanas quedan en alerta. Tropas de Einbroch marcharán mañana para responder a esta ofensiva… bla bla bla… Aquí ya habla de los refugiados, y listado temporal de muertes o posibles desapariciones.
-¿Está Kiel entre ellos? –preguntó de golpe Stan.
-A ver… -miró por encima la lista- Sí, está. Dice que no lo han encontrado.
-Oh por Thor… me temo lo peor… -dijo Stan, preocupado por su amigo.
-Oh… bueno tranquilo –le consoló Silinde- Dicen que no lo han encontrado, eso quiere decir que puede estar vivo –me quedé estupefacto al ver la respuesta amable de Silinde.
-Yo también lo he notado Gelmir, es sorprendente –me susurró Bianca al oído, que pareció comprender mi reacción.
-Hmm… entonces… tenemos otra razón por la que esquivar las poblaciones –explicó Stan, intentando tranquilizarse- nos buscan…
-¿Ves como es bueno leer los boletines? –le dijo a Lucy, mientras forzaba una falsa sonrisa.
-Espero que Kiel esté bien… -dijo el Creador- Bueno, a comer, que esto se enfría. Buen provecho.

Todos contestaron su respectivo “igualmente”. Mientras Silinde habló, estaba absorto en mis sentimientos, cada vez me sentía peor y peor, y en la conversación me mantenía distante. Recordaba mi cruel pasado… Comimos con ganas, al fin algo caliente, hasta saciarnos. Al rato volvió Conrad.

-Perdonad, os preparé las habitaciones. Tendréis que dormir juntos, pues las que nos quedan son de pareja –dijo.
-Bueeno… no importa –dijo Stangckle.
-Reyven, yo contigo –le pidió Silinde.
-Vaya… qué remedio –contestó éste.
-Yo contigo Bianca, ¿te parece? –dijo Stangckle.
-¿Por mi edad? –contestó, mirándolo con descaro.
-El vejestorio uno con la lata vieja, o vejestorio dos –dijo el Paladín, que ya le tocaba soltar una de las suyas.
-Calla, chatarra –lanzó Bianca.
-¡Eh, que yo no llevo mucha armadura! –exclamó cómicamente.

Yo seguía callado, y con ganas de estar solo, porque me sentía fatal y parecía que arrancaría a gritar o a llorar de un momento a otro.

-Me voy a mi habitación… -murmuré, y me fui hacia arriba. La habitación era pequeña y con una cama de matrimonio. Dejé ahí mi equipaje y salí por una pequeña puerta, que llevaba a un pequeño balcón exterior, del cual se podía ver Einbech, Einbroch y las montañas y llanos, hasta donde alcanzaba la vista. Mientras tanto, en el comedor estaban todos extrañados.
-¿Qué le habrá pasado a mi hermano? –dijo Silinde.
-Estoy preocupada, voy a ver qué le ocurre… -dijo Lucy, y subió las escaleras. Allí me encontró, contemplando el paisaje de aquella noche vacía.
-¿Gelmir?
-Ah… Lucy. No sé que haces aquí… ¿no deberías estar charlando con los demás?
-Cómo voy a estar charlando, si estoy preocupada por ti… ¡has estado callado y distante mientras hablábamos, desde que Silinde empezó a leer el boletín! Dime, ¿ocurre algo?
-… Estoy… un poco triste… estas tierras me recuerdan mucho a mi infancia. Cuando Alan murió, para ganarme el pan tuve que trabajar en las minas, justo allá -señalé hacia la montaña, donde se alzaban las minas, un edificio metálico con una gran entrada circular en el centro pegado a la roca- Era muy joven… era un niño pequeño… poco ganaba, y las pasaba muy mal en esas angostas minas… Traía agua de aquí para allá –Lucy iba notando que cada vez me costaba más hablar y explicar- transportando unas cubas que eran más grandes que yo… siempre a duras penas… Años después se formó la academia de pistoleros y la fábrica de armas de fuego. Los chicos de allí empezaron a tomarla conmigo porque era pobre… y estaba solo. Nadie me ayudó. Un día fui atacado por ellos, querían hacerme daño esta vez… Ya que… no tenía derechos, no tenía a nadie a quien acudir, así que: ¿qué mas daba atacar a un niño solo sin padres ni nadie que pueda tutelarle?
-Entiendo… –dijo la chica, comprensiva, mientras extendió el brazo en mi espalda, acariciándome.
-Me atacaron… pero antes de que pudieran hacerme algo, algo grave me refiero… de aquellas sombras en la calleja apareció un hombre, vestido en larga capa y con una gran espada en sus manos. Ese fue el primer caballero que vi. Me salvó. El hombre me enseñó a ser fuerte, y a no dejarme vencer por las atrocidades que iban por mí. También me dio algo de dinero, y pude tirar más o menos bien, hasta llegar a ser un Novato. Ese hombre me motivó como nadie antes… y me recordó que tenía que convertirme en caballero… -hice una pausa- lo peor… fue ver como mi padrastro moría, y eso que su enfermedad tenía y tiene cura… pero claro… nosotros éramos pobres, pobres en una ciudad de ricos… si lo hubieran curado… estaría aquí, con nosotros… ¡Cómo odio Einbroch! –grité y le propiné un duro golpe a las barras metálicas del balcón. Me arrodillé y agaché la cabeza.
-Bueno… pero eso es parte del pasado… no dejes que eso te venza ahora… -dijo Lucy, en un intento de ayudarme.
-Éramos pobres, y estábamos solos… nuestra casa estaba destrozada… pero éramos felices… pero algún día serán ajusticiados. ¡Los entes irán, y los matarán a todos! Y yo no moveré un dedo por salvarlos… ricos… sólo piensan en ellos…
-Deberías descansar… estás alterado… -me recomendó la Lady.
-Lucy… tenemos que hacer esto bien… para que vengan tiempos mejores… y pueda tener algo de felicidad… me gustaría que fuese junto a ti… -le dije, con corazón- en estos momentos… eres lo único que me da esperanza… Te quiero, Lucy.
-Bueno… -dijo ella, sonrojada- vamos a la posada, Gelmir.
-Bien… quizás me quede un rato más observando esto… O mejor no. Qué mas da… ya he visto eso miles y miles de veces.
-Yo iré a dormir ya, buenas noches, mañana parece un día duro.
-Sí, yo también… Buenas noches, Lucy –le dije, y le besé la mano en señal de respeto.

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #43 en: 09 de Abril de 2009, 03:25:51 am »
CAPITULO 21: OJOS DE LA DESTRUCCIÓN

Fuimos a dormir tal y como dijimos… a los diez minutos ya estaba durmiendo… sin embargo aquella noche me esperaba una sorpresa.

* * *

Todo estaba negro, no veía nada. Sin embargo, sentía que llevaba poca ropa y hacía frío. Oí un aullido sobrecogedor, como si fuera de un lobo infernal, y voces que empezaban a hablar.

-Ah… Cenia, has vuelto –dijo una voz grave y potente.
-Maestro Seyren… los entes ya han conquistado toda la zona de Lighthalzen –dijo una voz, de mujer, fría. Supuse que era Cenia.
-¿Cómo ha ido…? –preguntó Seyren.
-Todo viento en popa –dijo Cenia.

Era increíble. Seyren hablando con una tal Cenia, que parecía ser líder del ejército de entes. ¿Qué hacía allí? ¿Nos habían capturado? Quise alzar la voz, pero no pude. También intenté abrir los ojos, pero no había manera. Era como si mi cerebro dejara de enviar señales y sólo recibiera información del exterior.

-¿Supervivientes? –preguntó Seyren.
-Sólo unos pocos miserables humanos sobrevivieron… -Seyren soltó una carcajada- por culpa de esa mocosa y el miserable Lord.
-¿Los habéis encontrado?
-Tenemos planeado avanzar contra Arunafeltz y buscarlos.
-Dudo que hayan ido allí. Pero el plan de conquista sigue a Arunafeltz, así que no os distraigáis. Ya sabes que tenemos que hacer allí, ¿verdad?
-Sí…
-Muy bien… -dijo Seyren- Pero manteneos alerta, seguro que Yuno enviará tropas. Debes responderlos… aunque eso… no me importa. Si esto sigue como he planeado, será nuestro todo lo que queramos… todo para los grandes entes. Sin embargo hay algo que me preocupa. Ya sabes, Cenia, te lo conté antes…

Mis ojos empezaron a abrirse sin saber yo ni por qué. Me encontraba en una cama, en el laboratorio de Somatología. Delante de mí estaban Seyren y una ente espadachina, que llevaba una cota de malla y cuero ligero. En el cinto le colgaban dos espadas largas, y en la mano sujetaba una gran cadena, que iba a parar al cuello de un lobo, un lobo negro gigante, de un metro y medio de altura aproximadamente. Mis ojos se fijaron en mi cuerpo y parecía que era un poco transparente, ¡y humeaba como un ente! ¿Era un ente? ¿Qué estaba ocurriendo?

-La espada de Gelmir, ¡me ha hecho esto! – Seyren levantó su brazo y en el costado descubierto podía verse un vendaje. Se lo arrancó, pero no había heridas en su cuerpo- Sin embargo, me recupero bien… pero ese arma… es especial… ¿por qué, yo inmortal e invencible, he sido herido por ella?
-Por que no eres inmortal –contestó Cenia, irónicamente.
-Cenia, clávame tu espada –le ordenó, mientras se deshacía de su armadura para dejar al descubierto su tripa.

Cenia desenvainó la espada derecha y le hizo una estocada en el estómago. Sin embargo se oyó un sonido sordo, y la espada no traspasó ni siquiera su piel.

-Ni el hierro ni el acero pueden atravesar mi piel… -dijo, mientras se ponía de nuevo su armadura- Cenia, eres mi subordinada más inteligente, quiero que investigues sobre esa espada.
-Lo intentaré. Aunque… -se quedó un instante pensando- quizás sea más útil exterminar al grupo y coger esa espada.
-Quizás sí… -dijo Seyren, y sonrió macabramente- pero Cenia… estoy intrigado. Cómo lo puedo hacer. No quiero viajar personalmente a matarlos… Ni sabemos dónde han ido. Si envío uno de los entes renacidos originales… no pasarán desapercibidos, es decir, matarlos no podrán, pero sí atraparlos de alguna forma. Además, los quiero peleando en Arunafeltz. No podemos enviar a un ente.
-Ya pensé en ello –contestó Cenia, y chasqueó los dedos- Entrad.

Por la puerta aparecieron un par de humanos, un Asesino Cross, alto, sombrío, con una venda en los ojos y un Alto Hechicero, encubierto en un manteo y capucha. Estaban escoltados por dos entes. El Asesino Cross no parecía importarle estar rodeado de entes, sin embargo, el otro tenía miedo.

-El único humano que merece la vida –dijo Cenia señalando al Cross.
-Un humano…
-Para servirnos, será fiel a nosotros –dijo Cenia.

Seyren estalló a reír. El Asesino Cross miraba frío y penetrante a través de su venda.

-¿Humano? –se mofó- ¿Ayudándonos a los entes? ¿Qué clase de humano eres? ¿Cómo un humano puede unirse a los entes si en verdad debería estar del lado de los suyos? ¿Eres listo, mortal?
-Podéis hablar –dijo Cenia a los humanos.
-No subestimes el poder…
-¿Poder? Jajaja… -siguió Seyren- Bueno, hay humanos fuertes.
-¿Humano? A quien le interesa ser “eso” –dijo el frío Asesino Cross- Sin poder, no se logra nada.
-¿Y por qué te unirías a mí? Humano mortal…
-Para conseguir más poder –declaró él.
-Todo vale la pena… si hay una buena suma –explicó el Alto Hechicero, algo miedoso.
-No te entiendo, mísero humano –dijo Seyren- ¿Una suma de qué?
-De dinero, claro.

Seyren volvió a reír de nuevo, a carcajadas.

-Qué débiles sois los humanos. Os rendís a eso que llamáis “dinero” –dijo, entre risotadas.
-Aburres –masculló el Asesino, osado- dinos qué tenemos que hacer y cierra el pico.
-Cállate –dijo Seyren, y le lanzó una mirada fatal- Me gustas… eres recio, fuerte y frío. ¿Cómo te llamas?
-Se llama Kaithert –se apresuró a decir Cenia.
-Gran idea, Cenia –le felicitó Seyren- los humanos no serán sospechados en su entorno…
-Ya te dije que no te decepcionaría –contestó ella.
-Está bien, Kaithert –empezó el gran ente- ¿cómo se llama el otro?
-Me llamo Kron… -dijo el Hechicero.
-Muy bien… Kaithert, Kron. Vuestra misión es encontrar y acabar con la vida de Gelmir, y todo quien le acompañe. Lo más importante es desarmarlo, y traedme su espada. ¿De acuerdo?
-Dalo por hecho –dijo Kaithert.
-Así me gusta… eh… Kaithert… Encontradlos y asesinadlos…

Kaithert volvió la espada para emprender la misión.

-Espera. Cenia, lucha contra Kaithert, un duelo amistoso, que nadie se mate. Luego lucha contra el otro. Quiero ver su potencial.

Cenia desenvainó sus dos espadas. Kaithert sacó su par de katares, grandes y sangrientos. En un instante entraron en un frenesí de golpes, hasta que Kaithert saltó hacia atrás y le golpeó muchas veces a gran velocidad, luego una patada que la envió a la pared que tenían enfrente.

-¿Sólo eso? –dijo Kaithert, risueño- Lenta…
-Es poderoso –comentó Cenia.
-Bien… ahora pelea contra el otro, Cenia –le ordenó Seyren.

El hechicero se defendió con su magia, aunque le costó mantener a raya a Cenia, bastante más frente a la facilidad de Kaithert.

-Ya basta, me satisfacéis ambos –dijo Seyren- y en especial tú –señaló a Kaithert- Y que raro que diga eso de un humano… jeje…
-Yo, no soy humano –replicó.
-Lo que tú digas –dijo Seyren- Por cierto, ¿y esa venda de los ojos? ¿eres ciego?
-Oculto mi verdadero poder, simplemente.
-¿Y ese poder qué esconde?
-Muerte, y sufrimiento… quizá más…
-Bueno –dijo Seyren- A tus secretos. Cenia. Que les sirvan todo lo que quieran. Mañana partiréis… Podéis iros…

Los dos humanos se marcharon acompañados de los entes de nuevo.

-Cenia, aunque los humanos vayan a la caza de Gelmir debes investigar sobre esa arma… ¿de acuerdo? No se si nos podemos fiar de ellos pero… no tenemos nada que perder… y ellos no mucho que ganar –concluyó, y empezó a reír, pero fue interrumpido por un gemido provinente de mi cuerpo, que por supuesto yo no hice. Seyren volvió su mirada hacia mí, el ente.

-¿…Qué es todo esto…? –dijo la voz que provenía de mí, por cierto, exactamente igual a la mía. Parecía como si yo dejara de ser el dueño de mi cuerpo.
-¡Mira! –exclamó Seyren, mostrando una gran satisfacción, Cenia también me observaba- ¡Ha despertado!
-¿Quién… qué…? –preguntó la voz.
-¡Ha despertado, ha despertado, Cenia!
“Esto es muy extraño” pensaba. ¿Era un mero espectador de un cuerpo igual al mío, pero en ente?

-No… recuerdo nada, quién soy… qué es esto… quiénes sois… qué… soy yo.
-Es normal que te preguntes tanto –dijo Seyren, con una expresión muy rara de ver en él, una expresión paternal- Acabas de nacer.
-¿Nacer? ¿Qué soy…?
-Sí, los entes nacemos de esta forma: adultos.
-¿Entes?
-Así es… somos entes… criaturas perfectas, mucho mejores de los humanos -explicó, mientras se sentaba en la cama a “mi” lado- Y tú, eres mi última creación… Eres el más perfecto de los entes…

Al oír eso empecé a comprender. Parece que estaba metido en el cuerpo del ente que Seyren creó a partir de mi sangre. No tenía idea de cómo había parado allí, pero como no tenía otra elección, presté atención a lo que ocurriría del momento, en adelante.

-El mejor, el más fuerte, y más inteligente de todos –continuó describiendo Seyren, emocionado.
-¿Yo…? ¿Y por qué?
-Has sido traído a este mundo por una sola razón. Soy tu maestro, el líder de la nueva revolución en este mundo.
-Explícame esto –dijo el ente.
-La era de los humanos ha terminado ya. Pretenciosos, ya han vivido suficiente aquí –explicaba con pasión- es la era de nosotros… ellos nos rechazaron, y pagarán por ello. ¡Es hora de sustituir la raza humana por una más perfecta! Y tú, eres la pieza principal, importantísima en esta guerra.
-¿Yo?... Entiendo.

Las palabras de Seyren tenían razón, ya que el ente, aunque tuviera sólo unas horas de vida, comprendía todo lo que le decía.

-Debes luchar por mí. Soy tu maestro, te di la vida: Soy tu padre. Y debes hacer gala de tu poder… mírate a ti mismo… ¿No te sientes rebosante de poder?
-No lo sé… no me he comparado con nadie –contestó- Quizás sí… me siento capaz de sobrevivir tras una gran caída de rocas pesando cada una más de una tonelada… Si eso es fuerza… supongo que sí.
-Te anticipo que sí lo es.

Estaba incrédulo. Si acababa de nacer, ¿Cómo podía saber que era una roca, y más lejos aún, cómo podía saber qué era una tonelada? Los entes son seres realmente sorprendentes. Seyren pareció también apreciar eso.

-Eres muy inteligente, pese a haber nacido hace nada y sabes hablar –observó efectivamente, Seyren- Eres fruto de una complicada investigación… Por una parte podríamos decir que sabes lo mismo que cualquier criatura recién nacida. Pero por otra eres más inteligente que muchos de los que estamos aquí reunidos… -decía, ilusionado.
-No se si eso es verdad, maestro, pero… estoy desconcertado –explicó el ente- y siento dolor…
-Es común…
-Y dices que sé mucho, pero ni siquiera sé como me llamo… ni siquiera eso…
-Se acabó el discurso –interrumpió Cenia- Será mejor probar su fuerza. Es mejor que estar hablando.
-Pero al menos decidme cómo me llamo… -dijo el ente.
-Decidí llamarte Alphagel, por que vienes de Gelmir. Recuérdalo.
-Bien… pues por mi parte, le obedeceré, maestro –declaró Alphagel, levantándose y haciendo un extraño gesto, girando las manos. Para Alphagel era la única manera de expresar devoción, aunque nadie pudo apreciar el significado- Por el bien de los Entes.
-Por el bien de los entes -repitió Seyren, mientras se volvía hacia Cenia- Cenia, llévatelo a probarlo: Dale el arma y probémoslo.
-Sí, mi Lord –contestó ésta.

Se llevó a Alphagel a través de un pasillo alargado con multitud de puertas laterales. No podía ver el  fin de él, si tenía. Mientras caminaban, podía notar como Alphagel miraba aquí y allá, observando todo lo que le resultaba curioso, como un niño explorando su casa. Giraron en una de esas puertas laterales, que llevaba a una gran sala circular totalmente vacía, excepto que había una caja en el centro. La sala tenía una luz superior situada en un techo exageradamente alto, y las paredes eran de un material que desconocía, transparente. Había un cartel al lado de la entrada que rezaba “Sala de Pruebas Experimentales”. Cenia ordenó a Alphagel que se detuviera, y abrió la caja central.
Dentro de ella había una espada que me resultó muy familiar: Una espada con mango plateado, y una hoja increíblemente parecida a la de la espada de mi padre, pero tallada en un zafiro excepto en una esmeralda, y con unas runas grabadas diferentes también. En las manos de Cenia no brillaba.

-Toma, una espada que hicieron para ti – le dijo Cenia, ofreciéndole la espada con un gesto.
-¿Espada? –dijo, mientras la cogía- Hmm, espada –en su mente asoció ese gran objeto puntiagudo y resplandeciente a la palabra “espada” que nombró Cenia- ¿Y para qué sirve?
-Para esto –contestó, y rápidamente desenvainó una espada de su cinto y le atacó transversalmente. Alphagel paró el golpe con la mano sin siquiera mirar a la hoja que venía rasante, y sin un solo rasguño. Si Cenia tuviera sentimientos, se habría sorprendido por su rapidez.

-Vaya, perdona, lo hice sin pensar –se excusó Alphagel.
-Eso es bueno. Nunca te disculpes al enemigo –apuntó Cenia.
-Entonces las espadas sirven para matar y hacer daño…
-Tu espada está hecha única y exclusivamente para acabar con la vida de Gelmir y Lucy. Añado que el chico, Gelmir, es muy parecido a ti, casi idéntico. Lo reconocerás rápido –explicó Cenia- Lleva una espada de color verde esmeralda.
-No es verde esmeralda, es de esmeralda pura –corrigió Alphagel, mientras se preguntaba (y yo también) cómo conocía ese dato.
-La tuya es de zafiro –dijo Cenia, tras una pausa- muy parecida. ¿Cómo sabías eso?
-No sé ni como lo sé –dijo engañosamente Alphagel- me vienen golpes de memoria, o algo así. Es como si supiera muchas cosas, pero que estuvieran atrapadas en mi memoria. Pero bueno, Maestro Seyren quiso probarme, ¿no? Pues no nos desviemos del tema. ¿Cómo me probarás, Cenia?
-Hmm… Lucharás contra un clon del jefe. Sin piedad.
-¿Un clon del jefe? De acuerdo –dijo, con determinación.

Cenia sacó una especie de aparato electrónico con una palanca, y tiró de ella. Se abrieron unas puertas de donde antes no había nada en la pared de cristal y apareció un Seyren, armado como todos los entes de su especie. Alphagel cogió su espada firme, y se puso en posición de guardia, que era exactamente igual que la mía. El Seyren no vaciló un segundo, y cargó hacia él con intenciones asesinas y mirándolo con ojos rojos ardientes, aunque sin sentimiento alguno que pudiera apreciarse en ellos. Cuando el Seyren estaba ya encima suyo y saltando para golpearle, en décimas de segundo Alphagel lanzó un terrible ataque en diagonal que desarmó al ente, haciendo volar su espada por los aires. Tras esto y sin perder un segundo giró sobre si mismo, aprovechando la fuerza de este movimiento le propinó una coz furiosa que lo envió de golpe contra la pared. Seyren volvió a ponerse en pie sin dificultad, y volvió a cargar hacia él, desenvainando una segunda espada, más ligera que la anterior. Alphagel siguió inmóvil, hasta que cuando de nuevo estaban a centímetros de distancia, ejecutó un ataque de abajo a arriba y el ente se fundió con el aire, partido en dos. Al final, Alphagel parecía sorprendido de lo que acababa de hacer.

-Ese clon era fuerte… -comentó Cenia- Me gusta tu fuerza.
-No sé ni cómo lo he hecho, fue instintivo. No sé por qué, pero sé usar la espada… Y hace segundos no sabía ni qué era. ¿Lo hago bien?
-Todo lo que sepa “El Humano” lo sabrás usar tú- le aclaró Cenia.
-…Quiero más… -dijo Alphagel, y noté que aferraba la espada con mucha fuerza.
-Guarda tus energías para Gelmir. Ya lucharás –sentenció Cenia.
-Bueno, está bien –dijo, y clavó su espadón al suelo- Oye Cenia, ¿qué criatura llevas con una cadena? –se fijó en el gigantesco lobo negro, que se paseaba por la sala suelto y arrastrando la cadena.
-¿Esto? –señaló al monstruoso animal- Es un Lobo, aunque normalmente no son tan grandes. Éste es un ejemplar especial.
-Lobo… Lobo… -repitió, mientras la bestia se le iba acercando- Parece agresivo.
-Sí, acarícialo y verás.

Alphagel, inocente lo acarició, y el Lobo respondió con un gran mordisco en el brazo, le cubrió la mitad de éste.

-¿Duele? –dijo Cenia- eso se llama dolor.
-No sé, no siento nada –explicó, como ente inmortal, no sentía dolor de un simple mordisco de lobo, ni de casi todo lo dañino: Como Seyren y los “grandes entes”.
-Hmm…
-¿No puedes decirle que me suelte el brazo? Lobo, suéltame por favor.

Cenia hizo “clic” con los dedos, y el monstruo entendió lo que eso significaba: Soltó a Alphagel, efectivamente el brazo estaba intacto.

-Me cae bien Lobo. Aunque me molesta que me coja el brazo –dijo Alphagel, riendo. Luego miró la habitación de nuevo y empezó a correr por ella, y a hacer grandes saltos en círculos.
-¿Qué… qué haces? –preguntó Cenia, siguiéndolo con la mirada.
-Me gusta, voy rápido –explicó, y se paró. Se estaba descubriendo a sí mismo, y lo que podía hacer con su poder- no me disgusta ser un ente. No me gustaría ser un “lobo” o un “humano” –seguido se fijó en Cenia, y en él mismo- Cenia, tú eres diferente a mí. Pero también eres ente. ¿Por qué? Yo me parezco a mi maestro, pero tú eres diferente, pareces modificado –la miró con cara de extrañado.
-Supongo que te refieres a que yo soy un ente femenino.
-Femenino. ¿Y qué tiene de especial? –preguntó ingenuo, ya podéis notar que su inteligencia presentaba surcos abismales.
-Un poco en la apariencia.
-Creo que recuerdo algo… los entes femeninos tienen que ser llamados “las” o algo así, ¿verdad?
-Sí.
-Masculinos son “él”, femeninos son “ella” ¿me equivoco?
-Es totalmente correcto.
-Es tan extraño… -comentó Alphagel- sé muchas cosas, y no sé cómo las he aprendido.

Mi visión se fue poniendo borrosa, y empezaba a oír cada vez menos las voces de ambos conversando. Se hizo todo negro, y perdí el conocimiento: El sueño se desvaneció.

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¿Y para qué querría una firma? Oh bueno, soy Salva ¬¬

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Desconectado Gelmir, Lord of Einbroch

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Re: ~Señor y Huérfano~ La aventura que cambió la vida de Gelmir
« Respuesta #44 en: 10 de Abril de 2009, 02:18:45 am »
CAPÍTULO 22: PERSECUCIÓN INSANA

Estaba en debate entre despertar o seguir durmiendo, pero iba notando un calor inusual, que empezaba a despertarme. Además de sentir calina, había algo que me estaba rodeando, apretando ligeramente, o almenos esa misma era mi sensación. Dormido como estaba, solté un gemido y abrí poco a poco los ojos, parpadeando vagamente. Una vez pude fijar la vista bien, (estaba tan soñoliento que apenas tenía conciencia de las cosas) mi corazón se aceleró súbitamente, pues vi la causa de mi despertar: dos brazos y unas pequeñas manos me estaban rodeando y abrazando. Evidentemente la propietaria era Lucy, podía apreciar que su cuerpo estaba totalmente en contacto con mi espalda, enganchado a mí. Perplejo y sonrojado, articulé nervioso unas palabras en voz baja.

-Lu... Lu…Lucy… ¿qué haces…?

La única respuesta fue su respiración a pocos centímetros de mí. Estaba dormida, abrazándome en sueños.

-Pero si… está dormida –dije para mis adentros- ¿en qué soñará…? –me sonrojé todavía más, esa sensación estaba incomodándome y haciéndome pensar en cosas extrañas que no diré aquí- mejor… me… me desprendo… Lucy, ¿estás despierta? –pregunté de nuevo, sin respuesta alguna.

Me decidí a hacer movimiento y desprenderme del abrazo de Lucy, que por mucho que me gustara, me ponía demasiado nervioso. Retiré la mano que tenía encima y se la apoyé en la cintura cuidadosamente. La otra mano reposaba sobre mi pecho, y el brazo pasaba por debajo de mi cuello. Aparté su delicada pero firme mano de mi pecho y eché la mía hacia atrás, intentando palpar un lugar para echarla un poco hacia atrás y así poder salir.
Mis dedos fueron a parar en una superficie de tacto un tanto extraño. Era blando y muy suave, muy agradable de tocar. Durante unos ligerísimos instantes pensé que podía ser, mientras seguía tocando, inocente de que aquello que percibía, eran nada menos que los pechos de la chica. Al darme cuenta de lo que estaba palpando, retiré la mano como el rayo y puse la cara como el sol, porque como un tomate ya estaba antes. Los segundos siguientes fueron un frenesí rápido: oí un murmullito parecido al mío al despertar, y al segundo fui víctima de una furiosa coz de la misma Lucy, que me hizo gritar ridículamente, por lo nervioso que estaba, y caer al suelo de narices.

-¿Pero qué? –exclamé en el suelo, levantándome.
-¡CERDO! –vociferó Lucy, desencadenando un grandísimo malentendido.
-¿Qué? –solté, mientras Lucy ya estaba de pie en la cama y con los brazos en cruz, y me giró la cara soltando un “Jum!”.-Lucy….yo, yo no… p… perdona… -ella seguía con la cara de enfado, frunciendo el ceño furiosamente- P…pero Lucy… fue un error –traté de explicar- intenté apartarme… estabas durmiendo abrazada a mí… -su rostro enrojeció de golpe.

-E… es… esto… -intentó decir, tartamudeando- ¿en… serio?
-Esto… sí.
-No… no pasa nada… Lucy… -dije, por dentro conmovido y agradecido de sentir aquel abrazo, que revelaba verdadero amor, o cariño.
-Buenas noches –dijo.
-Ya es de día… creo –expliqué, mientras abría la ventana. Un rayo de luz y el sonido de la gente me impactaron de golpe cuando la abrí- Sí lo es. Que mala noche he tenido… tuve un sueño muy raro, ¡Rarísimo! –se sentó en la revuelta cama y me hizo señas para que le explicara- …Verás. Me dormí, ¡y desperté en los ojos del ente que iban a crear a partir de mí!... muy extraño parecía como… pudiera sentir todo, pero no controlarlo. No sé… me deja perplejo.

Lucy se extrañó de ello, pero me ofreció una sonrisa y me dijo:

-No te preocupes, Gelmir. –Me tendió el brazo en su hombro- Sólo fue un sueño. Últimamente, estamos muy agobiados con este asunto. Pronto acabará.
-Sí. Eso espero.
-Agh, y yo no he podido dormir –explicó- ¡Bianca y Stan roncan mucho!
-Pues ahora sí estabas dormida… -le dije, y reí- ¿Vamos a su habitación?
-No, que a lo mejor están haciendo intimidades… jijiji…
-No creo Lucy –reí de nuevo- Stan tenía novia, o eso creo…
-Hace rato que no roncan… -comentó, insinuando.
-Pues… estarán despiertos.
-A saber… -dijo, y empezó a canturrear silbando, como disimulando.
-No seas malpensada… -por un momento en mi mente se dibujaron en mi mente Stan y Bianca haciendo lo que Lucy insinuaba. Estallé en risas.
-Pervertido –me dijo, mirándome sarcástica.
-Es que me lo imagino, y me río –meneé la cabeza y me aserené- bueno, dejémonos de tonterías, al menos hemos reído un poco en esta empresa tan seria. Creo que me tomaré una ducha antes de desayunar. ¿Me esperas?
-De acuerdo, ¡lávate bien detrás de las orejitas! –repuso, afablemente.

Me duché rápidamente y me vestí. Realmente fue buena idea lo de la ducha, me sentía más despierto y capaz de enfrentarme al mundo. Mas tenía hambre. Así que entré de nuevo en la habitación, donde me estaba esperando tumbada Lady Lucy, que seguía en traje de dormir.

-Bueno, ya estoy, ¿te has vestido? –dije.
-Pues… -se miró- pues no.
-Te espero fuera pues –recité,  y ella asintió.

Salí al corredor y bajé las escaleras. En la mesa central estaba Reyven, bebiendo a sorbos de una pequeña taza, tranquilo. Me senté con él.

-Buenos días –me saludó- Gelmir, tu hermano duerme con la boca abierta siempre. Un día le meto un calcetín en la boca. –reí la broma- Por cierto, que hicisteis antes, ¿pillines? Se escuchó un golpetazo en la pared, y eso me despertó –me miró con complicidad.
-Pues nada –repuse- Nada, nada –declaré, con seriedad.

Asomó por las escaleras Lucy, y empezamos a desayunar. Al poco rato apareció Silinde, con cara de sueño, y por último, Bianca malhumorada seguida de un Stangckle con rostro de felicidad, como siempre.

-Aghh… -murmuró Bianca, mientras se sentaba con brusquedad.
-¿Oh? –exclamó Lucy- Bianca, ¿qué ocurre?
-Buenos días, Bianca –expresé.
-¡Dejadme en paz! –vociferó, en tono cortante.
-Esto… -articuló Lucy.
-¡Si tanto queréis saber de mí, abridme en canal y cogedme el ADN! –gritó- ¡Pero, dejad de INTERROGARME!
-Mea culpa –afirmó Stangckle, riendo. Bianca se fue, cerrando de un portazo. Me fijé en que en el hombro de Stangckle descansaba un ave de tamaño singular, pero no había visto nada parecido igual. Pico gigantesco y plumas un poco escasas, pero también de un tamaño enorme, lo cubrían completamente, de un color rojizo degradando hacia el blanco, y de alas plegadas, pero seguro que tenían mas de dos metros de envergadura.
-Esto… Stan –se dirigió a él Lucy- ¿Qué ha pasado?
-Bueeeno… la he estado interrogando hace un rato. ¡Es que me parece muy curioso! –se excusó.
-Ya dije que no le gustaba mucho hablar del tema –declaré.
-Bueno, ¡ya volverá! –dijo Stan, atacando a su plato.
-Algún día tu curiosidad te matará –observó Lucy, mientras se llevaba a la boca un mordisco de bocadillo.
-Mirad, os presento a Filir –señaló al pájaro de su hombro- Otro de mis tantos homúnculos.
-¿Filir? –pregunté.
-Sí, ésta criatura tiene forma de ave.
-Oh… -murmuró Lucy, sorprendida ante la majestuosa criatura.
-Es fuerte y sobrevuela los mundos avistándolo todo. Pensé que nos sería útil para esta parte de nuestra aventura.
-Vaya vaya… cada día me sorprendes más, Stan –le dije, con una media sonrisa.
-Todavía tengo otro, pero bueno –se oyó un gruñido estridente de Filir, como mostrando poderío- ya os lo presentaré. Shh… -le hizo señas al ave para que callara, sin embargo éste hizo caso omiso y se posó en el centro de la mesa. Reyven lo miraba, sin palabras. Y el ave lo miró también, haciendo que se quedara extrañado. Sin ton ni son le pegó un picotazo en la cabeza, y soltó otro “groack” de grandeza. Reyven, adolorido y enfadado, pegó un puñetazo en la mesa, poniendo su otra mano sobre la frente dolorosa.
-Stan, guarda al pajarraco que me lo como… -amenazó él, fulminando con la mirada a Filir. El pájaro extendió las alas y voló hacia el hombro de Stan, de nuevo, soltando un “groack” más.
-Filir, ¡eres muy malo! –le dijo Stan al ave, pegándole unos golpecitos en la cabeza con los dedos. Tras eso, le pegó una bofetada que hizo que Filir se arrepintiera. Silinde se deshacía en carcajadas.
-Deberíamos partir ya –repuso Lucy- no tenemos mucho tiempo.
-No te falta razón –afirmé, y me levanté de la silla.
Nos despedimos del buen Conrad, y le felicitamos por su buena hostelería. Afuera, la ciudad mostraba un ritmo acelerado, y en las gentes se notaba una expresión que combina tristeza y miedo, tenían presentes que algo había ocurrido, y era señal de aviso para todos los demás en este mundo. Eché una última mirada atrás y vi el pueblo y la ciudad de mi infancia, volvieron a mí los malos recuerdos, así que volví la mirada hacia al frente, donde se extendía un arco de piedra fina, la entrada de Einbech. Sobre ella reposaba tranquila la figura de Bianca, esperando a nuestra llegada.

-Ah… desde luego, tenía ganas de irme de aquí –expresé, con un suspiro largo- en fin… adelante.
-Mira, ahí está Bianca –señaló Lucy, y echó a correr hacia ella- ¡Bianca!
-¿Ya partimos? –preguntó ella, y se separó de su apoyo.
-Sí –asintió Lucy, mientras llegaba a su lado y la cogía del brazo, como los novios en las bodas, con intención de animarla- ¡Vamos!

Sentí algo extraño en la tierra, como si llorara o agonizara de dolor. Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Algo ocurría, lejos de allí.

-¿Qu… qué haces? –preguntó Bianca, Lucy se limitó a sonreír. La paladina empezó a sonrojarse, y Reyven lo notó.
-Gelmir, mira a Bianca –me susurró- se ha puesto roja.
-Bianca es… muy especial… -contesté, algo molesto- me fui dando cuenta cuando entrené con ella… vamos.

Me refería a su sexualidad, era diferente a la del resto de las chicas. Eso me hacía lo mismo, pero me hacía rabia verla sonrojarse con Lucy, la mujer que amo tanto. Frunciendo el ceño, decidí que cambiara de tema.

-¡Bianca!
-¿Hu? –se giró, soltando a Lucy, para mi alivio. Pareció darse cuenta de mis sentimientos en ese momento al mirarme.
-¿No sientes lo mismo que yo…?
-¿Lo mismo? –preguntó, extrañada.
-Me siento muy raro… algo va mal, en algún lugar. Seguro que son los entes…
-Ahora que lo dices… -asintió, dándose cuenta gracias al viento, de que efectivamente algo no marchaba bien- Esto no es bueno, démonos prisa.

* * *

En ese mismo tiempo, en las afueras de la hecha polvo Lighthalzen, dos sombras atravesaban lo que quedaba de las puertas de la ciudad. Eran Kron, el mercenario Alto Hechicero, y el Asesino Cross de ojos vendados Kaithert. Iban caminando, pero muy rápido, casi a paso ligero. Kaithert se adelantaba cada vez más, y Kron le intentaba coger el ritmo. Lo detuvo.

-Pff... ¿Y cómo se supone que vamos a encontrar a esos? –se aquejó el Hechicero.
-Te lo dijo a ti… -dijo Kaithert, a poca voz y mirando al cielo.
-¿Cómo que a mí?

Kron retrocedió asustado un segundo, porque un pájaro enorme de color azul pasó por encima de ellos, rasante. En instantes ya estaba muy alejado. El hechicero comprendió que las palabras del Asesino iban para esa bestia, no para él.

-Claro –soltó- ¿Qué se supone que hace?

Kaithert le lanzó una mirada de enfado, preguntaba demasiado y le molestaba.

-Buscar rastros o huellas –contestó.
-Pues tendrá que ser bueno, porqué ha pasado un gran ejército por aquí –expuso Kron, sarcástico- Muy bueno.

Para sorpresa de Kron, el pájaro apareció de nuevo unos instantes después y se colocó encima del brazo extendido de Kaithert.

-Es rápido –explicó sencillamente.
-¿Dónde han ido?

El ave hizo unos movimientos con la cabeza, que el Asesino entendió a la perfección.

-Arriba. Prepárate, no podríamos saber que podemos encontrar…
-Vale, seguro que han ido a una ciudad –repuso Kron- Una vez allí, podemos preguntar a la gente sobre ellos… ¿Dónde llevan las huellas?
-Einbech.
-De acuerdo. Hay que ir más rápido que ellos.
-Pues aligera –gritó Kai, que mientras el Hechicero hablaba, se había puesto a correr, y ya estaba varios metros lejos de él.
-Sí, voy, voy.

Corrieron largo trecho durante mucho rato, guiados por el pájaro de grandes dimensiones. Kron estaba empezando a cansarse. Llevaban más de veinte minutos así, y la distancia entre ambos se estaba empezando a hacer bastante grande. Sin embargo Kaithert estaba en plena forma, acostumbrado a correr largas distancias casi a diario.
Al cabo de unas horas de correr y caminar rápido a ratos, llegaron a una encrucijada cerca de Einbroch. Era el lugar donde el camino y la vía del tren se cruzaban. Kaithert sabía bien que si caminaban por esa vía, llegarían más rápido a Einbech que yendo por el camino.

-Antes de llegar a la ciudad prepárate… -advirtió Kaithert.
-Vale… todavía estamos lejos –contestó Kron.
-Dije, prepárate para las vías, no te caigas.

Dicho esto, Kron le miró con suspicacia, y avanzaron a igual ritmo que el anterior por encima de la vía, que estaba apoyada en lo alto de un abismo, haciendo puentes por los numerosos acantilados. Era  bastante peligroso avanzar por los tablones de madera de una vía flotante.

-¿Y no va a pasar ningún tren? –articuló el mago, jadeando.
-No creo que pasen… guerra…

Kron estaba bastante molesto con Kaithert. Desde que habían salido no paraba de humillarle. Además estaba reventado, mientras que su compañero seguía sin mostrar signos de cansancio.

-Kaithert… ¿cuándo crees que los tendremos?
-La paciencia lo dirá todo… -dijo, frío.
-Ah… es que empiezo a cansarme… Vas muy rápido.
-No gastes fuerzas hablando y camina –le ordenó, enfadado.
-Qué tío… -murmuró Kron.

Llegado a un punto en que la vía estaba en tierra firme, la dejaron y caminaron en dirección este. En pocos minutos llegaron a Einbech. Kaithert se paró. Habían viajado sin descanso hasta el mediodía, a un ritmo casi inhumano, nada que ver con el de mis compañeros y yo. Observó el suelo con ayuda del pájaro durante un rato, mientras Kron estaba sentado en una roca, respirando acompasado.

-Han entrado, pasado la noche y han salido –dijo finalmente el Asesino Cross, como conclusión.
-Estoy hecho polvo, podríamos imitarlos… Si hemos hecho el camino el doble de rápido que ellos ¡Como mínimo!
-Puedes quedarte y descansar, que yo iré a por ellos.
-¿No estás cansado?

Kai hizo que no con la cabeza.

-Ah no, no. Si me dejaras ahora te quedarías con todo el dinero –se quejó Kron, y se levantó- Voy.
-Quédatelo tú. No me importa el dinero –soltó Kaithert, para sorpresa de Kron.
-Qué tío más raro –declaró Kron- No me digas que estás de parte de los…
-Vamos… -dijo el Asesino, cortando a su compañero en seco.

Sin más dilación, continuaron su camino a ritmo furioso.

* * *

Eran sobre las siete de la tarde, y el grupo ya avistábamos la ciudad de Yuno, para alegría de nuestros pies. Me aproximé a Bianca, que iba detrás de todos hoy.

-Ejem… oye Bianca…
-¿Qué quieres, Gelmir?
-¿Qué te pasaba con Lucy antes?
-¿Con Lucy? –articuló, denoté un cierto nerviosismo en sus palabras.
-Parecías… sonrojada –le dije, en tono inquisidor. Se puso muy nerviosa al oír eso, y se sonrojó de nuevo.
-Esto… no… est… esto… no es lo que… parece…
-¿Bianca?
-¡AH, VAMOS A YUNO! –vociferó, y se adelantó a grandes zancadas.
-Ah… bueno… entiendo… -dije, haciendo un esfuerzo por comprenderla.
-Tú no lo entenderías, Gelmir. Cosas de chicas. –se defendió.

Estaba entre pegarle un bofetón o dejarla en paz. Me puse en su lugar y comprendí que era normal que se sonrojara por ello, si le gustaban las mujeres… Lucy oyó el final de nuestra conversación y vino a mi lado.

-Vamos Gelmir, no se lo tengas en cuenta. Soy muy “pequeña para ella” –comentó riendo.
-¡Heey! –saltó Bianca, enfurecida.
-Era broma, Bianca –explicó Lucy, con una carcajada. Yo también empecé a reír.
-Ya llegamos –observó Stan, delante de todo del grupo.
-Sí –asintió Lucy, alegrada de verlo.
-Aquí me crié… -comentó mi hermano.
-Sigamos, estoy nerviosa –me dijo Lucy.
-Lucy, ten en cuenta que volver a Yuno ahora no será como ninguna vez antes… -expliqué, triste- Nos buscan… recuérdalo.

Al llegar a la ciudad, en pleno atardecer, tomamos callejas poco transitadas para llegar a mi casa, entramos todos y cerré la puerta rápido. La maniobra salió bien, puesto que nadie nos vio llegar.

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¿Y para qué querría una firma? Oh bueno, soy Salva ¬¬

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